Érase una vez una campesina que estaba sentada en una verde pradera pensando en cuentos y leyendas, y algo le hizo cosquillas en los pies, haciéndola saltar.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¡Sal!. - Dijo la campesina.
- Soy yo, aquí debajo, tu amigo el duende.
- ¿Porqué me has hecho cosquillas?. - Dice ella.
-No hagas preguntas y corre, ve hacia allí, ¿Ves a aquel caminante?, tráelo, veamos si es amigo y que hace por aquí. Pregúntale todo lo habido y por haber- Dice el duende.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¡Sal!. - Dijo la campesina.
- Soy yo, aquí debajo, tu amigo el duende.
- ¿Porqué me has hecho cosquillas?. - Dice ella.
-No hagas preguntas y corre, ve hacia allí, ¿Ves a aquel caminante?, tráelo, veamos si es amigo y que hace por aquí. Pregúntale todo lo habido y por haber- Dice el duende.
- Espera, parece cansado, démosle posada, que descanse y coja confianza, ya le interrogaremos después. – Dijo la campesina.
Y así lo hizo: fue hacia él y le ofreció su casa para que descansara del viaje y le contara las nuevas que había por el mundo. El caminante comió, descansó y estuvo contándole maravillosas aventuras de lejanos y hermosos lugares, describiéndoselos de una manera que ella se sentía transportada, viéndolos con la imaginación.
Y en esto que una carraspeante e insistente tos la trae de vuelta a la humilde sala de la cabaña. ¡Era el duende!, hacía señas, para que interrogara al joven caminante y viera si era de fiar y si nos podía ayudar, para eso le tenía que contar lo que aquí sucedía desde hace bastante tiempo y que nos tenía aterrorizados.
- Si estimáis vuestra vida debíais iros de aquí, pues corréis peligro. - Dijo la campesina.
- ¿Y vos?, ¡se os ve bien aquí!, No parece que tengáis intención de marchar a ninguna parte. Dijo el caminante.
-Lo haría, si no fuera porque no puedo viajar con mi padre, tan enfermo. –
-Dijo la campesina: Esta es la tierra donde nací y lo que necesitamos es a alguien que nos salve de la tiranía de quien ha secuestrado a nuestra gente allá en el llano. Yo estoy a salvo aquí más apartada, pero también más aislada y no por gusto, por mandato del tirano que desterró a mi familia, junto a otras que emigraron, nosotros sabíamos que alguien vendría, me lo anuncio mi amigo el duende, con su ayuda e ido superando mi soledad y esperándote a ti. - Diciendo esto, le contó la historia:
“ No era yo más que un bebe, cuando desterraron a mi padre del valle, como ya os comenté. De un tirano, pues bien, ese tirano es un dragón, que tiene encantado a todo el valle y dispuesto a matar a quien entre.
Siendo mi padre consejero del rey, previno al rey del peligro, pues era sabio en ciencia, descubrió lo que tramaba, poniéndome a mi a salvo, puesto que mi madre murió al darme a luz.
Se bebió mi padre un antídoto contra los encantamientos del dragón y protegiéndolo de toda agresión, previno a la población y al rey, de aquel que se hacía llamar príncipe e hijo del rey, que no era más que un dragón que así había tomado forma, después de haber matado al verdadero y por medio de la magia estaba precipitando la vejez del rey para gobernar el reino tras su muerte.
Diciendo esto, mi padre, lo tomaron por loco peligroso y por consejo del falso príncipe quisieron darle muerte, pero el rey aún mandaba y habiendo sido consejero y amigo fiel, lo desterraron, con protesta del príncipe, que se conformó, por no estar todavía preparado para la rebelión.” A sí mi padre se pudo salvar.
- ¡OH!, Fantástica Historia – dijo el Joven, ¿Pero como puedo yo vengar a vuestro padre, si está la ciudad encantada?
- ¡Buena pregunta! – Dijo el duende, que hasta ahora había estado a los pies de su amiga, asintiendo a todo con la cabeza y de vez en cuando espiando y mirando al joven como se iba sorprendiendo más y más, a medida que transcurría la historia y a la vez entretenido con un cuenco de nueces que pelaba y comía, oyéndose en medio de la narración de la campesina, los crujidos de la nuez al partirse en trozos muy pequeños, pues la destrozaba.
Y hablando con el joven no dejaba de despedazar las nueces.
Si habéis escuchado bien, su padre era hombre de ciencia y todos estos años ha estado haciendo experimentos para salvar él mismo la ciudad del encantamiento, puesto que aquél inicial antídoto, solo le hizo un breve efecto, suficiente para escapar y el solo, tenía que descubrir algo más duradero y suficiente para toda la población y que se lo tomaran sin saber lo que era.
A caído enfermo de puro agotamiento, de investigar sin descanso y cuidando de una niña pequeña, hasta que he crecido y he podido ayudarle, he crecido entre tubos de ensayo y creo saber continuar su labor, pero no puedo con todo yo sola – dijo la campesina.
Hace pocas semanas, antes de ponerse tan grave, sin poder ya andar, nos reveló que ya había hallado la solución, no solo para el encantamiento, sino para la eliminación del mismísimo dragón, pero se puso a sí como lo ves, sin poder andar ni hablar y no hemos sabido más de su descubrimiento y al último que habló fue al duende en su lengua natal.
- Si, dijo el duende, me dijo que hallara a un viajante sencillo, atrevido que hubiera corrido mundo, pero sin alardear de ello, no fuera arrogante, ni altivo, un simple peregrino, eso sí, emprendedor. Y aquí está el elegido. Me dijo también que le diera tres cosas: Este frasco, para que se lo tomara él, pues le haría invisible para actuar con más eficacia; esta brocha mágica que ha de pintar bien cada puerta y ésta ballesta por último que deberá ensartar entre los dos ojos del falso príncipe, quién se convertirá al instante en dragón, pero no siendo esto suficiente, deberá acertar de nuevo con la ballesta, pero esta vez en el centro de su único ojo.
- ¡OH! Buen peregrino, empresa difícil esta que os encomendamos, ¿estaréis dispuesto a llevarla a cabo?. Os estaré eternamente agradecida. – Dijo la campesina.
- Dulce joven, depositáis en mi una gran confianza, al elegirme como salvador de vuestro pueblo y es para mi una gran responsabilidad realizar esta empresa, pero por la promesa que me hice de vencer cualquier dificultad que me encontrara por el camino, lo haré.
Diciendo esto, cogió el frasco, la brocha y la ballesta, encaminándose hacia la ciudad que se hallaba a un día de camino.
Pasado este tiempo, a las puertas de la ciudad, se tomó lo primero que le dio el duende: el frasco, al instante se hizo invisible y con la brocha pintó en la puerta grande de la ciudad un gran brochazo verde, y fue de casa en casa pintando las puertas sin que nadie acusara su presencia, hasta llegar al palacio, el cual pintó más que ninguna, con aquella esencia e hizo como en la primera, traspasarla cual espíritu y pasando unos pasillos, unas estancias, salones y habitaciones, llegó donde se hallaba el supuesto príncipe ya nombrado Rey.
La ciudad yacía como muerta, ni un ruido, nada de que diese rastro de vida alguna, pero tras el paso del peregrino, invisible como estaba, la ciudad despertó de pronto, un gran bullicio se produjo en las calles. Después de haber estado aletargada y actuando como autómatas, envenenada el alma, volvieron y tomaron conciencia de quienes eran, donde estaban y dispuestos a tomar represalias contra el dictador, se dirigieron hacia el palacio.
Mientras en el palacio, seguía con su labor, el peregrino, quien hallando dormido al falso Rey, sentado en el trono, cogió la ballesta, y con un tiro certero ensartó justo entre los ojos, formándose un gran estruendo y un gran remolino de humo entorno a sí, convirtiéndose de repente el Rey en dragón, rompiéndose la silla y cayéndose al suelo cual grande era, pegando alaridos y dando llamaradas de fuego a diestro y siniestro, sin control ninguno y como no pudo ver a nadie, pues el peregrino era invisible, se calmo partiendo en dos la flecha que tenía clavada, mirando a todos lados, en dos o tres zancadas se recorrió el palacio rompiéndolo y destrozándolo todo a su paso. Entonces se oyó el revuelo en la calle y comprendió su nuevo estado y que no se podía mostrar así a su pueblo, se retiró a las estancias más retiradas, a meditar cual sería su próximo paso.
Hallando en este punto su oportunidad, el peregrino, probó fortuna de nuevo, cogiendo su ballesta, dio un tiro certero en medio del ojo, al dragón, formándose una nube de polvo, desintegrándose definitivamente al fin. Quedando la ciudad libre de dragón y encantamientos.
Fue tal, la alegría de todos, que al desconocido peregrino, nombraron Rey, pero acordándose el peregrino de la campesina a la que se lo debía, fue en su busca, pero ya venía ella corriendo por el camino al enterarse por unos viajeros, ya que se había restablecido la ruta normal de comerciantes, sin miedo al perverso príncipe.
El peregrino dirigiéndose al pueblo y a la campesina les dijo: – No soy merecedor de la corona, lo es, el padre de la campesina, que a estado investigando todos estos años y que es un prestigioso y eminente científico, a él se le tienen que rendir todos los honores.
Y la campesina habló: –Os doy las gracias en nombre de mi padre, pero ya esta viejo y cansado, solo quiere, lo que le reste de vida, vivirlo en paz, allá en el campo.
El peregrino delegó en el pueblo y constituyeron asambleas en las que discutir y dialogar hasta llegar a consenso, a ponerse de acuerdo y gobernar ellos mismos por votación popular y a sí aprender a pensar y dirigir sus propias vidas.
El peregrino siguió su camino y contó su nueva aventura por donde iba, pero sabía que cuando se cansara de viajar tendría un sitio donde ir y acabar sus días, la casa de la campesina, que desde entonces fue su casa, pues se querían.
Con el encanto de los clásicos, su lectura es fresca y agradabe
ResponderEliminarGracias por comentar
EliminarMuy chulo.
EliminarPrecioso cuento!!
ResponderEliminarMe ha encantado!! 👏👏😊😊😘😘
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