Había una vez una niña que se le había apagado la llama de
la Navidad; bueno, no era tan niña.
Sentía que había sufrido en la vida, y sentía el sufrimiento
como un maestro de vida, que le había enseñado a sobrellevarla, quería ser
positiva, sentirla como un regalo, como un tesoro precioso que le habían
concedido, pero no cualquiera, sino Jesús… ¡Sí, Jesús!, a él lo sentía en el
corazón a pesar de tanto sufrimiento, de tantas perdidas… Quería sentir con alegría, lo que le deparara el futuro, los proyectos que había
iniciado con ilusión, los regalos en forma de aficiones preciadas, como el de pintar, el de escribir, que no
quería sentir en su modestia como talentos, pero que si lo eran, ¿Por qué no lo
iba a creer?
Pero había tanta hipocresía, tanta maldad, tanto consumismo,
tantas cosas superfluas alrededor, que a veces se sentía desfallecer, y esta
Navidad , no la estaba viviendo con la misma ilusión, no quería ser desagradecida, pero todo era
diferente, sus sobrinos, habían dejado de ser niños, sus padres, estaban muy mayores y con ese sentimiento de que la
vida la estaba dejando sola, desprotegida, ya no sentía ese arrope de niña, ya
había dejado de serlo, hace años, y no sabía cómo avanzar sin sentir ese
calor, temía el perderles, el
no ser la misma, el hacia dónde avanzar, el cómo mostrarse en esa realidad tan
devastadora y consumista… En esa realidad que corre y no mira atrás, en esa
realidad que arrasa con todo, que te mira y no te ve… En esa
realidad que te deja irremediablemente atrás…
Ves que vas dando pasos, que avanzas poco a poco y que hay
personas que te miran y ven en tu corazón, pero son personas que en verdad
están lejos, a los que muestras la mejor versión de ti misma, pero no te
conocen, verdaderamente no te conoces ni tú misma, no sabes cómo mostrarte al mundo,
no sabes cómo sobrevivir en un mundo que corre y corre, en este mundo veloz.
Ves que eres lenta, que tu verdadero ser está en lo
más profundo de ti y no lo sabes mostrar por tus limitaciones, sientes que la
vida se te escapa, que se te escapa tu gente, que corren y corren y tú extiendes
la mano y… Y no sabes que hacer…
Te sientes impotente, y llega la Navidad, esa época en la que todos están
contentos, y tú ya no la sientes como antes, sientes la superficialidad, el
consumismo, ya no está el primitivo espíritu de tu infancia, se transforma a un
escepticismo, que no quieres desarrollar, que no quieres que crezca en tu
corazón… Eres creyente, creo en Jesús, en la Natividad, creo en el sentimiento
íntimo de sentir a Jesús en tu corazón, en mi corazón… Sientes que quieres íntimamente
estar a solas con él, recogida, en silencio, que no quieres la algarabía que
hay en estas fechas, que quieres irte fuera, para vivir el nacimiento de Jesús
en un sitio alejado, retirado, e íntimo, que en tu corazón sientes un profundo rechazo
a todo lo que vive la gente, porque sientes que no es de verdad, que es
superfluo, siento que quiero estar a solas, e irme lejos, de los que me rodean. Que tu madre tiene su propias dolencias por la vida.
Pero son en estos momentos, cuando todos te felicitan,
cuando los que en todo el año más o menos te han acompañado en tu devenir,
sientes el calor, el calor de la unión, y piensas que quizá sea de verdad que
la vida te ha concedido un regalo, el regalo de la amistad, y que sientes que a
lo mejor no estás sola, que a lo mejor esa familia que te falta, no te falta,
está ahí, a pesar de tu carácter ermitaño, a pesar de tus prontos, a pesar de
tu sentimiento de soledad, verdaderamente no estás sola, estás rodeada de gente
que te quiere.
Que quizá simplemente me
tengo que dejar esponjar el corazón de ese sentimiento, y mirar más allá de la
parafernalia de las tiendas y la publicidad y los medios de comunicación que
todo lo intoxica, y solo tienes que ver y sentir los buenos deseo que te
manifiestan las personas que te rodean y que dentro de sus singularidades y de
la mía, estamos unidos por un lazo de verdadero amor, y de eso quiero llenarme
hoy, solo eso, y sentir que Jesús existe dentro de ellos y de mí, que a pesar
de todo, de las luces, a pesar de todo lo que nos intentan vender, el verdadero
sentimiento de la Natividad, de la solidaridad… el verdadero sentimiento de desearte
lo mejor, de que tengas una buena vida, de que se cumplan tus proyectos, pero
que inviertas en ellos toda la voluntad y sabiduría que esté a tu alcance por llevarlos
a cabo, por hacerlos realidad, para que se cumplan, que te lo desean de vedad,
con el corazón y que en ese corazón está el corazón de Jesús en ellos, y que sí, que sigue naciendo cada Navidad, que
sigue estando en los corazones de las personas que te quieren.
Recordemos que el origen de la Navidad fue una pareja de refugiados
con su hijo recién nacido, buscando dónde poder vivir.
Y en esta lotería de la vida, te ha tocado vivir en un mundo
más o menos que crees civilizado, que te sientes más o menos a salvo, que te
crees dentro de unas leyes más o menos coherentes, que crees que te protegen.
Aunque
se estén perdiendo valores, si buscas en sus corazones, están ahí… Hay cierta
solidaridad, te sientes en un mundo desarrollado que más o menos mira por ti,
pero tiene que estar en ti, mejorarlo con tus talentos, el sentirte dentro, que
formas parte de él, y que más o menos contribuyes a sostenerlo, a protegerlo,
con tus actos solidarios, con tu granito de arena…. Sentirte dentro, y no solo
que la vida pasa de largo, si no que tú formas parte de ella….
Y en esa medida, no verás que la vida corre sin ti, sino que
tu avanzas con ella…