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miércoles, 5 de junio de 2024

Clara

 

Clara se veía guapa. Se sentía bien consigo misma. Era modelo de una revista de moda de un diseñador de prestigio, en Madrid. Estaba casada con un hombre de mediana edad. Un vendedor de seguros. Ella era 20 años más joven y su marido en un momento dado la miró de arriba abajo y le preguntó ¿Así vas a salir? Y ella le contestó, sí. Y él Calló y miró para otro lado. Ella se reía y no se daba cuenta de que esto a él,  le afectaba y así habían construido una vida de silencios y suspicacias. Ella no le daba importancia y se sentía así admirada, creyendo que eso era un halago, pero a él le hervía la sangre, cada vez que salía así a la calle, para él demasiado exuberante y llamando la atención y más porque, iban los compañeros, también modelos, que la acompañaban en los desfiles y a veces tenía que viajar, y aunque ella le decía que  le acompañara.... Él precisamente la había conocido en un viaje, en un desfile, pero habían pasado 10 años y ya no se sentía tan joven y ella iba sola, en pases de provincias, a París, Roma,  y él callaba siempre y esos silencios que tenían distintos significados para cada uno, es en los que habían construido una relación nada satisfactoria para ninguno de los dos, que iba minando sobre todo equilibrio psicológico de Jorge, en el que veía que estaba llegando a una situación que ella se le iba de su control. 

Clara tenía sus salidas en las que se sentía libre, admirada, y plena, en una profesión que le daba muchas satisfacciones y que también pensaba disfrutar todo lo posible, ya que le quedaban pocos años en este mundo, tenía que haber estudiado algo y no que lo que le esperaba cuando su corta carrera de modelo acabase, era que se quedaría de ama de casa, con un marido con el que se aburría. Y Jorge ya sólo pensaba en su jubilación y en sus salidas a correr por el campo, o con la bicicleta, entrenar para la maratón, ya le quedaban pocos viajes con la maleta. Esa vida de viajante, vendiendo seguros no le satisfacía,  aunque los últimos años y por la pandemia, se había tenido que reciclar y teletrabajar y era ya historia, la venta de seguros,  puerta por puerta, ya se hacía todo por teléfono y correo electrónico y online,  esto le había permitido estar más en casa y darse cuenta de las salidas de su joven esposa. Para Jorge correr y entrenar, era su vía de escape, él le reprochaba que se quedara acostada y saliera tarde y no quisiera nunca acompañarlo. A él le gustaba madrugar y salir a correr para entrenar. A Clara eso le aburría y le agotaba solo pensarlo. A veces se preguntaba como se había enamorado de alguien así. Pero le hacía gracia y él la quería mucho a su manera, pero también veía que otras parejas amigas tenían más complicidad entre ellos. Y ellos eso lo habían perdido o quizá nunca lo tuvieron. Clara lo achacaba a la diferencia de edad. Y así iban pasando los años. Y no sabían cómo arreglarlo. Con sus salidas cada uno se iba conformando. A Jorge le relajaba madrugar y correr y le causaba mucha satisfacción el participar en maratones y a ella sus salidas y pases y desfiles. Y así iban pasando los años. No se daban cuenta, que habían construido una relación a base de silencios y suspicacias, Jorge pensando si no habría tenido alguna relación con alguno de sus compañeros y ella sintiéndose aburrida y aunque le hacía gracia sus suspicacias, también se cansaba de que no confiara en ella. 

Y lo que no se daban cuenta ninguno es que esa era una relación desgastada en que ninguno de los dos se sentía lleno y pleno y con confianza para hablar y ver si tenía arreglo o debían dejarlo. 

Jorge pensaba que de un momento a otro Clara se iría y no lo podía consentir así que empezó a seguirla en sus salidas y cuando Clara llegaba a casa la sometía a un interrogatorio de a ver dónde había estado y con quien. Empezó a acompañarla y acaparar las conversaciones, lo cual a ella no le gustaba, pero callaba. Empezó a recogerla de los desfiles, no dejándola ir a culminar con una copa o cena como solía hacer. Clara se le fue estrechando el círculo de amistades ya no quería salir como antes con tal de que su marido no la pusiera en un compromiso, o ridiculizara o incluso había advertido que le cogía el móvil e intentaba acceder a él, pero no sabía el patrón de acceso y lo dejaba. Se le iba yendo la alegría, ya no se reía de lo que ya le parecía un acoso, no se reía por las suspicacias de él, esto era más serio, se sentía vigilada y veía que ya no tenía acceso a sus cuentas como antes, el debía haber hecho algo en el banco y eso ya era la gota que colmó el vaso, veía el cambio que había tenido él en unos meses y decidió abordarlo y preguntarle que le pasaba y él le dijo que se había cansado de que le tomara por el pito del sereno, que no quería compartir tiempo con él y que ella estaba desmadrada. Ella le pidió explicaciones sobre sus cuentas y él le pidió que dejara su carrera de modelo, que estaba desatendiendo la casa y a él. Y empezaron a discutir y en un momento dado él la empujó y ella cayó al suelo y se hizo una brecha en la ceja con el pico de la mesa. Se levantó aturdida y se fue a la calle sin nada, no cogió maleta ni nada y así llegó a casa de su madre que se asustó de verla así, sangrando, ella se dio una ducha, se cambió de ropa y seguidamente fue a la policía a denunciar el caso. Se puso también en contacto con un abogado amigo suyo y llorando le habló del cambio de actitud en los últimos meses de su marido y de lo que había hecho con sus cuentas. El se hizo cargo y pusieron una demanda contra él por acoso y se abrió un parte de lesiones y una demanda de divorcio, gracias a Dios ella había reaccionado y salió a tiempo de esa situación. Otras mujeres no lo hacían, se sentían minadas y culpables, pero Clara no y había salido a tiempo de esa relación.



viernes, 19 de enero de 2024

ECO. Sueños de una loca por amor

 

Me empiezo a imaginar que estás ahí.
Jesús, dentro de mí y ahora te descubren.
Te apartan de mi lado.
No podría ya vivir sin ti, mi niño, mi bebé.
¿Cómo hubiera sido un mundo contigo?
¿Cómo hubiera sido mi mundo sin concebir?
¿Cómo hubiera sido mi mundo, un mundo virgen, sin mancha, puro, sin pecado?.
Sólo sé, que estás ahí dentro de mi, Jesús.
Conmigo y no quiero imaginar que te descubran y te aparten de mi lado.
Jesús, mi bebé.
¿Que va a pasar ahora cuando se descubra todo?
Mi secreto eres tú, mi bebé 💜 TE AMO.
HASTA SIEMPRE. 

Y parió un bebé hermoso que fue la alegría de la casa.
No. No lo parió. Estaba muerto. Hacía muchos años que estaba dentro de ella muerto. Y lo llevaba dentro de su cuerpo, de su alma. Lo concibió por amor. Pero nunca salió de ella. Y ella le hablaba y le contaba cuentos y le cantaba. Y acunaba en su seno.
Y ahora lo sacarían de ella.
Tras la ECO.
Sueños de una loca por amor.  

domingo, 23 de abril de 2023

Presentación de Mentiras Gordas en Madrid







 

Meliflua 


Virtudes era psicóloga y la jefa en una empresa de selección de personal y se lo había ganado con todos los méritos. Se comportaba de forma afectada, excesivamente amable. Se ganaba la fama de persona con pose impostada, pero tenía un gran corazón.

No quería renunciar a sus sueños y tenía que competir en un mundo de hombres, donde ellos tenían todo para ganar, por eso debía mantenerse dura e implacable, para que no la pisaran.

La historia de Virtudes data de los años noventa, en los que todavía estaba por desarrollarse todos los avances tecnológicos de los años dos mil y posteriores. Por eso esa pose, esa reinvención; Parecía mentira que en esos años se tuviera que luchar por los derechos de la mujer, como cuando la lucha por el sufragio femenino.

Virtudes no se había casado, pero si decidió un día por ser madre y lo hizo asépticamente, invitro. Y no tuvo problema ninguno. Agarró en seguida a su cuerpo, eso sí, le inseminaron varios, por eso el riesgo de quedarse de dos, de tres niños. Pero no, nació al cabo de los nueve meses una niña perfecta, porque quiso que no tuviera sufrimiento fetal ¡Cuántos niños se habían malogrado, por no practicar una cesárea! Virtudes había elegido una clínica privada.

Y nació, una niña preciosa, sonrosada, sin una sola mata de pelo, con un pequeño cabello incipiente, totalmente blanco, precioso, como el suyo. Natalia la había llamado. Quería un nombre bonito, no como el que le habían puesto sus padres a ella. Maria de las Virtudes Alcázar López Barragán. Pero se hacía llamar Vicky, para los amigos y el trabajo

Vicky quería un nombre bonito y corto, nada de nombres compuestos, y Natalia, le pareció perfecto. Natalia López Barragán. Una niña perfecta, que había diseñado a la carta, a su gusto, con una nariz chatita y ojos azules y piel blanca como el nácar. Parecía una perla, su perla, su bien más preciado. La niña de sus ojos.

En el trabajo, en los meses de embarazo lució su hermosa barriga hasta el último momento. Lo dispuso todo para sus posteriores meses de baja y todo fue programado milimétricamente para cogerse solo cuatro meses después del nacimiento del bebé. Ya había dispuesto una Nany para la niña, y ella se incorporaría al trabajo y seguiría con su vida, donde la dejó.

Y ahí estaba unos meses después de dar a luz, en el trabajo, con su niña perfecta en casa con la Nany y ella ejerciendo de jefa otra vez. Pero su cuerpo cambió, con la lactancia. Mandaba traer a la niña al trabajo y le daba el pecho a demanda, quería todo lo más natural, decía ella, aunque nada lo había sido.

No estaba contenta con su cuerpo después del parto, la cesárea le había dejado una cicatriz fea, tenía estrías y varices. Por eso iba a una clínica privada a que se la trataran. Machacaba su cuerpo en el gimnasio, con TRX, Pilates, acuayim, zumba, natación. Le había ido muy bien los meses de embarazo en la piscina y ahora seguía en él. Para ella sus horas de gimnasio y piscina con hidromasaje y sauna eran sagrados.

Había conseguido el pase en uno del club más prestigioso, con tácticas no muy legales, que le acababan pesando, todo por medio de influencias y recomendaciones, de personas que le debían favores y ella se los cobraba, no tenía ningún miramiento en ello. Tenían gimnasio, piscina cubierta y abierta para los meses de verano. Canchas de tenis, pádel, y allí iba a descargar, toda la adrenalina. Le encantaba y también llevaba a su bebé los sábados y disfrutaban las dos en la piscina.

Lo tenía todo. Tenía su vida programada. Contaba con la Nany, sus padres, los abuelos de la niña y su parcela privada de amigos, los de verdad. Luego estaban los del trabajo.

 Había impuesto un fin de semana al mes, excursión de trabajo para que socializasen fuera de las horas del trabajo y esos fin de semana al mes los programaba hasta el último detalle como todo en su vida. Unas horas de senderismo, unas cabañas en la sierra, una ruta por el río, otras al mar, sobre todo los meses de verano, puesto que no cerraban, sino que trabajaban a turnos y había empleados que no coincidían, por eso había ideado eso para que se relajaran y socializasen, aunque forzase a los empleados a estos encuentros.

Uno de esos fin de semana, ella había dejado a la niña con sus padres, con todo, incluida la leche materna que se había sacado con el saca leche ¡como odiaba ese aparato, que le estrujaba la teta hasta decir basta!

Era invierno, y lo había programado en la nieve, ese fin de semana. Se alojarían en unas cabañas e irían a esquiar, sería perfecto. Pero en una de las bajadas, calculó mal la inclinación de su cuerpo en los esquís y tuvo una fatal caída. Rodó y rodó, la socorrieron y llevaron al hospital, sabían que quería uno privado, pero no daba tiempo y la llevaron a uno de la seguridad social en la ciudad más cercana, puesto que bajaban la ambulancia de las zonas de esquí de la Sierra, en esta ocasión a Granada.


La operaron de urgencias, fractura de tibia y peroné, pero no era eso lo más grave, sino la espalda, tendría que ir unos meses en silla de ruedas, hacer rehabilitación.

Y ella solo pensó en lo que le venía encima, no podría responder así en el trabajo, ya se habían puesto sus superiores en contacto y la habían sustituido, todo su mundo se le desquebrajaba. Puesto que su empresa era una franquicia y aunque era la jefa de su propia empresa, había por encima de ella quien la supervisara. ¡Su niña! ¿Qué iba a ser de ella? Pero estaba en buenas manos, con la Nany y los abuelos. Serían solo unos meses.

Ella iba al hospital a rehabilitación, en seguida se puso en contacto con su seguro privado y les amenazó con no pagar la póliza diciéndoles que para eso había estado pagando tantos años y la atendieron por fin en un hospital privado y unos equipos de rehabilitación privado, odiaba mezclarse con la gente, en hospitales de la seguridad social, que estaban atestados de gente enferma, aglomerada en los pasillos, compartiendo habitación vete tú a saber con quién. Ella había pedido una habitación sola, y un equipo especializado la trató por su seguro privado.

Se recuperó, pero no del todo, dejó la silla de ruedas con el tiempo y la sustituyó por un bastón, que le acompañaría de por vida. Pero nada la detuvo en la escalada por recuperar su puesto de trabajo, que tanto le había costado a lo largo de los años.

Virtudes lo había logrado, se había reinventado de nuevo. Había resurgido de las cenizas, con su pose de meliflua.

Y con los años Natalia se haría Psicóloga y se haría cargo de la empresa familiar.

Virtudes con los años y los nietos se ablandó o no, y lo había soñado volviendo a la casilla de salida.

"El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores" 

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Mercado negro




 

2° Capítulo

La Dra. Martínez y la Dra. Salvatierra tenían mucho que comentar sobre como proceder a continuación, pues que los captores de ésta se hubieran llevado los tubos de ensayo y vendiendo en el mercado negro, la solución de este diluida era la conclusión que veían ellas más probable y ése sitio donde buscar primero y pusieron a la policía al tanto.

La policía se puso inmediatamente en movimiento, y aviso al cuerpo y un grupo de la policía especial, infiltrada, se puso en camino, no querían allí a ningún policía inexperto de uniforme y menos llegando con coches y sus sirenas llamando la atención, era desde luego lo menos recomendable.
Así que un grupo especial que estaba infiltrado en el mercado negro, fue avisado y ellos son los que tantearian el terreno.

  Sr. Petrov.  ¡Cuanto bueno por aquí!,- dígame en qué puedo ayudarle,  dijo el joven Ivanov.


— Estoy buscando algo especial, diferente, tengo un grupo de refugiados, que acaban de llegar de Ucrania y las mujeres, más que los hombres, y los pobres niños, ya le digo los tengo muy afectados y antes que se vayan y se dispersen por las diferentes provincias de España, quiero proporcionarles algún medicamento para aliviarles la ansiedad.

 —¡Vaya! ¡Pero que me dice! Justo acaba de entrar algo así, pero lo tenemos retenido a espera que nuestro experto en química de el visto bueno de su salida al mercado, pues es una sustancia nueva y delicada, no sabemos los efectos secundarios que puedan tener, Justo lo queríamos probar con un grupo que se ofrezca, digamos, de prueba, a nivel de ensayo clínico.

— ¡Vaya! ¡No me diga! Justo mi grupo se ofrecería, sería perfecto, para ese ensayo clínico, sin dudarlo.

   Sólo que tiene que esperar unos días, para darle salida al mercado, ya que está en fase experimental. Lo consulto con mis superiores y le digo. Si viene en dos o tres días... No le haremos esperar mucho.


  Si, por favor, se lo ruego, esta gente ya lo ha pasado muy mal, ya sabe.... La guerra, la separación de las familias, todo lo que dejan atrás, destruido. Y ellos mismos, están abatidos.


  Entiendo, por supuesto, la situación, venga, cómo le indicado, y se podrá llevar el material.


  Bien, gracias, muy amable.


Petrov no daba crédito, era el policía infiltrado, le había parecido demasiado fácil, pero sin el material, no tenía nada. Tendría que esperar. ¡Maldita sea!.

martes, 1 de noviembre de 2022

Química al servicio de la psiquiatría


 1°Capítulo 

Confundida se asomó por el precipicio, no entendía nada, ¿Cómo había llegado hasta allí? Enseguida se dio cuenta de todo. Se acordó. Estaba maniatada y no sabía cómo liberarse, solo sabía que sus captores habían huido dejándola allí.
¿Cómo se liberaría? Y se dio cuenta también que tenía una herida en el vientre, y que el cuchillo estaba allí delante de ella y no lo dudó, lo cogió con la boca y la dirigió a sus manos para liberarlas y una vez fuera éstas de sus ligaduras se presionó cómo pudo el vientre, debía cortar la hemorragia. Sentía que se ahogaba, sentía que iba perdiendo fuerzas a medida que se metía los puños en el vientre y chilló y chilló...
¡Ayuda! ¡Ayuda!

Pasaron unos muchachos y la vieron de repente y la socorrieron. Uno sin dudarlo se quitó su camiseta de algodón y la introdujo en su vientre y el otro con su cinturón lo apretó, llamaron a una ambulancia por el móvil y enseguida vino y se la llevaron al hospital. No daba crédito, se había salvado.

En el hospital, la policía la interrogó y ella se presentó como Olga, una química reputada, en el campo de la psiquiatría que estaba investigando un componente para mejorar, un medicamento que aliviara, la ansiedad, la depresión, pero lo más importante, quería que el paciente, no notara efectos adversos en cuanto a que estuviera despierto, atento, no perdiera la concentración, no notara somnolencia, ni que le anularan el entendimiento y sus capacidades de decidir.
Se acordaba como con flash de lo ocurrido, pero no podía encajar todas las piezas. 
Estaba en su laboratorio... y uno de sus captores se abalanzó sobre ella y la derribó, otro, la maniató y entre los dos la introdujeron en un coche y ya no se acuerda de nada, hasta que despertó en el precipicio.

Los captores le habían robado su investigación, los tubos de ensayo que tenía de muestra, todavía faltaba mucho para acabar la investigación, pero era un material delicado y en mano de ellos peligroso, solo que le añadieran otra sustancia perniciosa y vendieran a drogadictos en dosis que ellos no sabían medir la proporción, sería peligroso pues todavía estaba por ver, los efectos secundarios.


Todo lo iba procesando la policía a media que lo contaba Olga y se pusieron manos a la obra, para apresar a los captores, pero el que se tratara de una reputada química y hubieran robado en el laboratorio representaba un problema extra, que sólo podrían solventar llamando a la Dra. Martínez la química que colaboraba a veces con la policía.

Beatriz Martínez, la química de la policía, admiraba a Olga Salvatierra y se saludaron en el hospital, todavía ésta convaleciente, como colegas y hablaron entre ellas, de componentes químicos, con términos que nadie entendía, sólo ellas, y la Dra. Martínez se puso al día...

miércoles, 11 de mayo de 2022

Meliflua


 

Se comportaba de forma meliflua, afectada, excesivamente amable.
Se ganaba la fama de persona con pose impostada, pero tenía un gran corazón.

No quería renunciar a sus sueños y tenía que competir en un mundo de hombres, donde ellos tenían todo para ganar, por eso debía mantenerse dura e implacable, para que no la pisaran.

Era la jefa y se lo había ganado con todos los méritos. Ahora se tenía que mantener en el puesto y demostrar lo que valía, por eso esa pose impostada y meliflua, se los había ganado.

La historia de Virtudes data de los años noventa, en los que todavía estaba por desarrollarse todos los avances tecnológicos de los años dos mil y posteriores. Por eso esa pose, esa reinvención, parecía mentira que en esos años se tuviera que luchar por los derechos de la mujer, como cuando la lucha por el sufragio femenino.

Virtudes no se había casado, pero si decidió un día que quería ser madre y no quería que participará en ello ningún hombre, físicamente. Lo hizo asépticamente, invitro. Y no tuvo problemas ninguno. Agarró en seguida a su cuerpo, eso sí, le inseminaron varios, por eso el riesgo de quedarse de dos, de tres. Pero no, nació al cabo de los meses una niña perfecta, porque quiso que no tuviera sufrimiento fetal y que fuera por cesárea. ¡Cuantos niños se habían malogrado por un parto clásico, con o sin epidural!. Pero no, Virtudes había elegido una clínica privada, ya que tenía un seguro privado y había querido que fuese por cesárea.

Y ahí que nació, cómo decía ella, una niña preciosa, sonrosada, sin una sola mata de pelo, y que con los meses, saldría rubia, un pequeño cabello incipiente, totalmente blanco, precioso, como el suyo, porque Virtudes era raramente una rubia natural, pero no un rubio amarillo, sino blanco. Y la niña había salido a ella. Natalia la había llamado. Quería un nombre bonito, no como el que le habían puesto sus padres a ella. Maria de las Virtudes Alcázar López Barragán. Pero se hacía llamar Vicky, para los amigos y en el trabajo Victoria.

Cómo decía, Vicky quería un nombre bonito y corto, nada de nombres compuestos, y Natalia, le pareció perfecto. Natalia López Barragán. Una niña perfecta, que había diseñado a su gusto, con una nariz chatita y ojos azules y piel blanca como el nácar. Parecía una perla, su perla, su bien más preciado. La niña de sus ojos.

En el trabajo, los meses de embarazo lució su hermosa barriga hasta el último momento. Lo dispuso todo para sus posteriores meses de baja y todo fue programado milimétricamente para cogerse solo cuatro meses después del nacimiento del bebé. Ya había dispuesto una Nany para la niña, y ella se incorporaría al trabajo y seguiría con su vida, donde la dejó.

Y ahí estaba unos meses después de dar a luz, en el trabajo, con su niña perfecta en casa con la Nany y ella ejerciendo de jefa otra vez. Pero su cuerpo cambió, con la lactancia. Mandaba traer a la niña y le daba el pecho a demanda, quería todo lo más natural, decía ella, aunque nada lo había sido. Había elegido una niña a la carta, había dado a luz en una clínica privada, con una cesárea programada y ahora le daba el pecho a demanda, tenía que conciliar, decía ella y como era la jefa, se lo podía permitir.

No estaba contenta con su cuerpo después del parto, la cesárea le había dejado una cicatriz fea, tenía estrías y varices. Por eso iba a una clínica privada también a que le trataran las varices. Machacaba su cuerpo en el gimnasio, con TRX, pilates, acuayim, zumba, natación. Le había ido muy bien los meses de embarazo en la piscina y ahora seguía en él. Para ella sus horas de gimnasio y piscina con hidromasaje y sauna eran sagrados.

Había conseguido el pase en uno de los club más prestigiosos. Tenían gimnasio, piscina cubierta y abierta para los meses de verano. Canchas de tenis padel, y allí iba a descargar, toda la adrenalina. Le encantaba y también llevaba a su bebé los sábados y disfrutaban las dos en la piscina.

Lo tenía todo. Tenía su vida programada. Contaba con la Nany, sus padres, los abuelos de la niña y su parcela privada de amigos, los de verdad. Luego estaban los del trabajo.

 Había impuesto un finde al mes, excursión de trabajo para que socializasen fuera de las horas del trabajo y esos findes al mes los programaba hasta el último detalle como todo en su vida. Unas horas de senderismo, unas cabañas en la sierra, una ruta por el río, otras al mar, sobre todo los meses de verano, puesto que no cerraban, sino que trabajaban a turnos y había empleados que no coincidían, por eso había ideado eso para que se relajaran y socializasen.

Uno de esos findes, ella había dejado a la niña con sus padres, con todo, incluida la leche materna que se había sacado con el saca leche ¡como odiaba ese aparato, que le estrujaba la teta hasta decir basta!

Ese finde, era invierno, y lo había programado en la nieve. Unas cabañas e irían a esquiar, sería perfecto. Pero en una de las bajadas, calculó mal la inclinación de su cuerpo en los esquís y tuvo una fatal caída, rodó y rodó, la socorrieron y llevaron al hospital, sabían que quería uno privado, pero no daba tiempo y la llevaron al general de la seguridad social en la ciudad más cercana, puesto que bajaban la ambulancia de las zonas de esquí de la Sierra, en esta ocasión a Granada. Se habían desplazado de Madrid a Granada, ese fin de semana.

La operaron de urgencias, fractura de tibia y peroné, pero no era eso lo más grave, sino la espalda, tendría que ir unos meses en silla de ruedas, hacer rehabilitación.

Y ella solo pensó en lo que le venía encima, no podría responder así en el trabajo, ya se habían puesto sus superiores en contacto y la habían sustituido, todo su mundo se le desquebrajaba, ¡su niña! ¿Qué iba a ser de ella?. Pero estaba en buenas manos, con la Nany y los abuelos. Serían solo unos meses, se dijo.

Ella iba al hospital a rehabilitación, en seguida se puso en contacto con su seguro privado, a volver a un hospital privado y unos equipos de rehabilitación privado, odiaba mezclarse con la gente, en hospitales de la seguridad social, que estaban atestados de gente enferma, aglomerada en los pasillos, compartiendo habitación vete tú a saber con quién. Ella había pedido una habitación sola, y un equipo especializado la trató por su seguro privado.

Pasaron unos meses y se recuperó, pero no del todo, de la silla de ruedas, que ya estaba hasta el moño. El accidente le dejó una secuela de una pequeña cojera e iba con un bastón.

Recuperó su puesto de trabajo, pero ya nada iba a ser igual. La respetaban, por supuesto, pero ya la miraban con condescendencia y ella no lo soportaba, que le preguntaran cómo estaba, que si le traían una taza de café, para que no se le derramase, el periódico del día a la oficina, a ella, que le gustaba salir a media mañana a tomar el aire, ir por el periódico y tomar su café en el club.

Volvió al trabajo, también al club, ya no hacía TRX, ni zumba, pero pilates y acuayim si, se lo habían recomendado y nadar también, era muy bueno para la espalda.

Y su bebé, lo que se había perdido de la crianza de su bebé en esos meses. Tuvieron que darle biberón, a ella se le inchaba el pecho, le dolía, y al final se acabó, de no darle el pecho se le secó.

Eso fue lo peor, el pensar que como criaría a su hija en las condiciones que estaba, no la podría coger en brazos. Conducir, si conducía gracias a Dios, y podría más adelante llevarla y recogerla del colegio, ahora no quería pensar en eso, pero si pensaba, su niña perfecta, como la miraría a ella, ella que ya no era perfecta, que ya tenía una tara. ¿La miraría con condescendencia? ¿Le preguntaría por qué no jugaría con ella?

No quería caer en eso que estaba haciendo. ¡No!. No sé dejaría arrastrar, por la pena, de una crianza fallida, por la melancolía, por lo que sería de una vida imperfecta, y ella con tara.

Debía dar gracias de que ya no estaba en la silla de ruedas, que había superado esa fase, que podía trabajar, conducir, llevar la casa y si iba a necesitar más que nunca a la Nany y a sus padres. Seguía viviendo independientemente en su piso de Madrid, en ese que buscó al lado del Parque del Retiro, porque Le encantaba correr por el parque, ahora pasear con su bebé y mirar el estanque, tomar un café.

Tenía que dar gracias a la vida por estar viva y ver crecer con salud, a su bebé, a su Natalia, ella siempre la querría, y no pensaría de esa manera suya sobre la perfección e imperfección. Miraría a las personas de frente, si, pero no buscando la perfección, si no la empata, el cariño. No por eso se haría una blanda, sino que podría luchar por los derechos de las mujeres, pero desde la solidez de una vida que se había hecho con compromiso, desde la experiencia, desde la dificultad de una persona que tiene a quien cuidar, su madre.

Porque sabía que Natalia tendría que cuidar con el tiempo de Virtudes, de Vicky para los amigos, para su hija.

La criaría, fuerte, pero con una solidez y compromiso hacia el prójimo.

Y pasó un año de vida para las dos, la madre Virtudes, Vicky, y para Natalia, que sopló su primera vela de cumpleaños, se estaba criando feliz, y con un amor a su madre, que a esta le desbordaba en el pecho, en el corazón. Esa niña no miraría la perfección o imperfección en los demás. Vería desde el corazón, la empatía, el compromiso con los demás, la solidaridad.

Sería fuerte y además amable, y con un gran corazón. 
Y a la madre, a Virtudes, a Vicky para los amigos y para su niña, aunque no para su madre, la abuela, ella seguiría llamándola "Virtu" o "Vito" eso le hacía gracia a Natalia, que en vez de mamá, decía "Vito" "Mamá Vito"


Y así acaba mi historia, criando con salud a mi hija y trabajando en una empresa de selección de personal, cómo psicóloga. Mi puesto había entrañado mucha responsabilidad, puesto que tenía que seleccionar a personas para que cumplieran eficazmente con sus puestos de trabajo, y eso era un puzle. El elegir al mejor y rechazar muchos currículums, muchas personas mediocres. Pero se había dado cuenta, que no solo tenía que mirar la perfección como punto principal de selección para un puesto, sino su humanidad, su capacidad de amoldarse a lo que viniera en la vida, su capacidad de enfrentarse y superar reveses en la vida.

Y eso lo había aprendido ella con su accidente de esquí y había salido indemne, fuerte psicológicamente había superado en ese año todos sus pensamientos pesimistas, sobre que sería de ella y de su hija y que pensarían de ella en el trabajo y su hija cuando fuera mayor.

Pero ya no pensaba en eso, simplemente vivía con ello el día a día. Seguía yendo al club al gimnasio, a la piscina y ya no tenía ninguna pose, ni era meliflua, era ella misma, natural y no se creía por eso imperfecta, sino más humana si cabe que antes.

Y siguió con su vida, fue una buena profesional y sobre todo buena madre, pues le daba a esto más importancia si cabe, que a su trabajo, porque su niña, era su vida.

domingo, 11 de julio de 2021

Volver a los Orígenes


 

Eran las diez de la mañana y ya nos íbamos con el coche cargado al pueblo de mi madre, a ver a los abuelos. Estoy remontándome a los veranos de los años setenta, cuando la familia iba junta de viaje. Éramos pequeños y en aquel Renault 12 cada verano comenzaba la odisea que suponía viajar desde Sevilla a Úbeda, recuerdos entrañables vividos en casitas alquiladas por mis padres y unos amigos que nos llevaron hasta Tíscar, otro lugar de la Sierra que se halla en la misma provincia de Jaén.

Recuerdo el particular olor a alpechin o jamila que impregnaba el aire. 

El piso de los abuelos conformaba junto a las de los vecinos, un núcleo de casas, que tenía un patio en el centro, donde los niños nos juntábamos para jugar y los mayores, sacaban sus sillas y en corrillos charlaban.

Tengo un recuerdo entrañable de aquellos veranos y del sitio de Tíscar donde podíamos estar en la calle hasta altas horas. Por la mañana tomaba el desayuno típico de la zona, una tostada untada en ajo y bien aliñada con aceite de oliva, estaba riquísimo. Los abuelos tenían sus propios olivos, y a cada visita nos llevábamos para casa el coche repleto de aceite de la cooperativa. Tiempos vividos y repartidos en casa con los abuelos y mis primos tanto en la “La Colonia del Carmen” En Úbeda, como en el chalé de la palmera en Jaén “Villa Consejo”.
Ahora el recuerdo se ha vuelto agradable, hasta nos reímos al recordarlo, pero en aquellos días lo peor de las salidas era el viaje del coche porque nos mareábamos los cuatro hermanos. Mi madre previsora nos daba una bolsa de papel a cada uno, bolsas que traía de sus viajes en avión a Italia u otros lugares de Europa, que con los años los haríamos mi hermano pequeño y yo. ¡Ay qué recuerdos, “Esos viajes por Europa”!.
Papá por intentar hacernos llevadero el día de viaje, buscaba lugares donde hacer paradas, descansos que agradecíamos y que nos encantaban. Él las llamaba "raspitas" y consistían en desviarnos del camino para visitar un castillo, o pasar por un pueblo a degustar los dulces típicos de la zona. Así, íbamos de castillo en castillo, explorando el recinto. Y tras varias “raspitas”, según nos sintiésemos, por fin llegábamos a la casa de veraneo donde lo pasábamos pipa con los amigos, los primos y donde jamás podía faltar para desayunar una tostada de pan con aceite de oliva.
Quién me iba a decir, que años más tarde, me vendría aquí a vivir, que nos trasladaríamos poco a poco parte de la familia a Úbeda. Trabajaría con mi hermana y nuestros padres vendrían al año siguiente a vivir a Úbeda desde Sevilla.

Volver a los orígenes es una sensación única. Úbeda tiene un tamaño ideal para vivir, puedes recorrerla andando, con la Sierra de Cazorla y las Villas muy cerca, que es una maravilla. 

Al principio de instalarme solía ir con un amigo de acampada unos días en verano y a los diez años repetimos, pero esta vez a unos apartamentos también con piscina. Los dueños de los apartamentos, un matrimonio amigo, nos llevaron de excursión a la “Cerrada de Elías”, a la serrería de Vadillo y al parque cinegético. Fue muy bonito, los animales se acercaban al tren y los veía de cerca, casi los podías tocar.

En otra ocasión, le pedí a este amigo que me llevara a Tíscar y rememorar mi infancia, visitamos la Cueva del Agua, pero ya no me pareció igual.
Tengo muchos recuerdos de la provincia de Jaén, quién me iba decir a mí que acabaría viviendo aquí. Otro lugar mejor no podía ser, echo de menos Sevilla, pero aquí me siento bien, he hecho unos amigos entrañables y he descubierto mi pasión, la pintura, porque escribir, escribo desde niña.
Desde luego, esta provincia me ha marcado y por supuesto el aceite de oliva que potencia el sabor de mis mejores recuerdos.


Este relato lo he presentado a un concurso, de relato breve, en la UNED, en el que el tema era "El aceite de oliva" pero no ha sido seleccionado, así que una vez finalizado el concurso lo pongo aquí.

miércoles, 17 de julio de 2019

El Camino




La mañana soleada del 5 de junio del año 2019, miró por la ventana y se dijo a sí mismo, ya está bien, me apetece caminar. Vivía en Galicia y estaba jubilado por una enfermedad mental a consecuencia de haber tomado drogas siendo más joven, pero Carlos Pozuelo solo tenía 40 años y muchas cosas que decir y hacer. Era muy inteligente y vivía en su particular mundo de fantasía, que sabía convertir en una afición escribiendo cómics para un periódico. Le costaba salir de casa y tenía poca vida social; era independiente, pero muy protector de su familia, tenía una hermana y sobrinos que le querían y le gustaban lo que hacía, aunque su hermana tenía que poner orden porque le gustaba acumular cosas, sobre todo los libros de fantasía. Era algo impulsivo y ese 5 de junio se propuso salir, quería prepararse para hacer el camino de Santiago, su sueño, lo hacía todos los días. Caminar le encantaba, las otras salidas eran contadas, para entregar su tira del cómic al periódico, hacer la compra y poco más.
Ese 5 de junio fue el primero. Durante un mes enteró siguió la misma rutina.  Su sueño era hacer un día el Camino de Santiago. Su hermana lo sabía y lo animaba, le decía que el pasado había quedado atrás, que tenía que proponerse cumplir sus sueños, dentro de los límites de su enfermedad, que el camino de Santiago, podía realizarlo en trayectos cortos y descansar en los albergues y se ofreció a prepararlos juntos y a que participaran sus sobrinos también, seguro que les gustaría acompañarlo, irían todos, ella, su marido y sus hijos Juan, Isabel y Catalina. Eso animó a Carlos. Sofía su hermana, era 3 años mayor que él y en el fondo es quien la cuidaba. Sus padres estaban muy mayores y comía con ellos los domingos; su relación con ellos era difícil, pese a su edad tenían carácter y discutían por naderías y eso le ponía nervioso y le consumía su poca energía de por sí ya frágil. A pesar de eso, él era lo primero para ellos y se querían todos mucho, aunque les era difícil asumir la enfermedad de Carlos, sus padres eran indulgentes con él. También le animaron a hacer el camino de Santiago.
Así que, dicho y hecho, se prepararon el Camino, las rutas, los albergues de paso, todo con un mapa. Los niños estaban felices, eran jóvenes en sus vacaciones de secundaria y eso animó también a Carlos, en el fondo era muy familiar.
Un mes después iniciaron ruta, lo harían desde León. Un tramo no tan extenso como el del Vasco-Francés que pensaron primero, querían hacer un camino realista y sin mucho riesgo, no sabían muy bien que les podía pasar, cualquier cosa al fin y al cabo, pero todos harían piña entorno a Carlos y lo protegerían; y así llegó ese 5 de Julio, una mañana espléndida, los pronósticos eran buenos, pero la dualidad de su personalidad no se lo hacía fácil. Lo tenía ahí, un pie dentro y otro fuera, qué pasaría con su casa, con sus tiras de cómics, había hablado con el periódico y le habían animado a escribir sobre el viaje, como lo veía él, desde su punto de vista y eso es lo que haría.

–¿Vamos Carlos? ¿Preparado? —Le dijo Sofía que le había ayudado con su mochila; él la quería llenar de libros y de papel, libretas para sus apuntes sobre los cómics, pero su hermana supo mediar y lidiar con esa inicial gana de acumular y él también se convenció.
Le costaba, le costaba pero salió por fin de casa e iniciaron ruta y se sintió animado al caminar rodeado de su familia que lo arropaba y paso a paso se veía libre, libre de lo que había sido su vida, un cumulo de adversidades y errores, él no se sentía enfermo, él lo veía como una serie de equivocaciones del pasado, sin que él hubiera podido remediarlo, como si él fuera un mero espectador de la película de su vida; así se sentía, como un mero espectador, sin poder poner solución a nada de lo que le pasaba, se dejaba llevar por esa película. Pero ahora se sentía coparticipe, sentía que caminando podía cambiar el trascurso de esa película y se sentía bien con esta faceta de caminante, como si cada paso le diera alas, sí, eso era exactamente lo que sentía, que tenía alas y que podría llegar al final del camino.
Este camino era el inicio de los muchos que iba a hacer en su vida. En este viaje se propuso por fin cambiar su vida, lidiar poco a poco con su enfermedad, dar poco a poco pasos para verse mejor. Este camino le estaba sirviendo para reflexionar, como había vivido y como se había visto desde fuera y que tenía que cambiar la perspectiva, el prisma desde que la veía y que era el actor principal, debía verla desde dentro.
Y con estos pensamientos caminó junto a su familia, respiró y se sintió por fin en paz consigo mismo en mucho tiempo.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Valiente



Entró en el portal asfixiada, cerró la puerta y lo dejó fuera. Él aporreó el cristal, insistió pero sabía que ella había sido más rápida, sí ésta vez había tenido suerte y terminó por irse de allí. Mientras recuperaba el aliento, no se creía que se pudiese haber salvado al tiempo que sacaba de los bolsillos sus llaves y el monedero porque aquella noche había salido sin bolso. Era Semana Santa y no vio necesario cogerlo para ir a las Procesiones, donde siempre había grandes aglomeraciones y lo último que le apetecía era que le robaran o le dieran un tirón y la desequilibraran provocándole una caída; siempre tenía esa precaución ya que tenía muy poca estabilidad y salía con lo imprescindible.  En Sevilla había que tener cuidado porque era una ciudad grande y con muchos maleantes, según había comprobado en primera persona hacía ya un tiempo, sí, ya le habían mareado unos niños en la Expo92 que sin escrúpulos le habían robado la cartera.
Sí, había salido sin bolso ni nada y además, a la hora de retirarse, le dijo a uno de sus amigos que no hacía falta que la acompañaran hasta casa ¡¡y en qué se vio...!! De repente había salido un chico de la nada antes de entrar en el portal; ya estaba con la llave en la cerradura y en lugar de acabar de abrir y entrar, como un acto reflejo dio un tirón y cerró la puerta, se giró y le empujó profiriendo un chillido que pilló al agresor por sorpresa y lo obligó a retroceder unos pasos, tiempo que ella aprovechó para abrir la puerta y entrar rápidamente cerrando tras de sí y permaneciendo apoyada en la hoja de madera, asfixiada por el esfuerzo y temblando tras el susto. Mientras subía por las escaleras le acompañaban los golpes de él al cristal hasta que cesaron.
Al reinar el silencio se detuvo y miró a la puerta que se abría en ese momento asustándola, creyéndose perdida profirió un grito al ver la figura de un hombre que no fue otro que su vecino de arriba que regresaba a casa. Sin apenas mediar un par de palabras de cortesía, pasó por su lado, la miró y sin decirle nada esperó junto a ella al ascensor.
Al fin llegó a su planta, se despidió de su vecino y aliviada entró ya en el piso de sus padres donde vivía con sus hermanos. Al sentirse a salvo respiró hondo y confesó a su hermano pequeño que había sido atacada por un chico en el portal. El jovencito incrédulo le restó importancia con un “¡anda ya!” que se le grabó a fuego en el corazón.
Esa vivencia hizo que se revelase contra sí misma, su apocamiento e inseguridades y el mundo la hizo más decidida y valiente. El saber que se podía defender, que había sabido contraatacar la hizo sentir más valiente pese a que no la creyeran, ella sabía lo que había vivido y sabía que había sido real, pero eso no iba a detenerla, ella seguiría saliendo con sus amigos, y su vida proseguiría con más precaución, pero con el convencimiento que nadie jamás la lograría amilanar.