miércoles, 28 de mayo de 2025

Madre del alma, no te olvido



Madre del alma, luz que aún me guía,  
Aunque el silencio hoy llene tu lugar,  
tu voz me abraza, no deja de latir.  
 
Te busco en las flores, en el viento, en el mar,  
en ese aroma que el tiempo no se llevará.  
Tu risa es eco de un amor infinito,  
semilla eterna que en mí sigue vivo.  
 
Madre que falta, pero nunca ausente,  
tu amor es raíz que cruza toda fuente.  
Aunque la noche cubra tu partida,  
eres mi aurora, mi fuerza, mi vida.  
 
No hay distancia que apague tu abrazo,  
ni olvido que borre tu sagaz regazo.  
Madre del alma, en mi pecho resido:  
donde tú estés… nunca te he perdido.  
 
en cada estrella tu recuerdo brilla.  


lunes, 26 de mayo de 2025

Tinta y Ecos de 1985


Entre las páginas amarillas de un diario olvidado,  

respiro el polvo de mis diecinueve años:  

la tinta tímida que trazó versos  

como rutas de un mapa sin destino,  

sueños de letras que mordían la noche  

con dientes de incertidumbre y asombro.  


Eras tú, Dios, en el fulgor de las velas de la parroquia,  

donde mis amigos y yo alzábamos coros  

que trepaban al cielo como enredaderas de fe.  

Las canciones—lámparas en la penumbra—  

iluminaban nuestras dudas, esas bestias  

que gruñían en los rincones del amor.  


(¿Cómo conjugar el vértigo del enamoramiento  

con la quietud de una plegaria?  

¿Cómo ser llama y sombra a la vez,  

tropezar en la piel de alguien  

mientras las manos se anudan en el rezo?)  


El diario guarda sus secretos bajo lluvias de tachaduras:  

versos que sangran margaritas marchitas,  

confesiones al oído de un cuaderno de hojas cuadriculadas.  

Ahí nací escritora, entre las grietas de un alma  

que quería ser río y desembocar en el mar de las palabras,  

pero temblaba ante el vacío de la página en blanco.  


Hoy vuelvo a esos días con la piel gastada de lunas,  

reconozco en el eco de las canciones  

el latido de un corazón que supo nombrarte  

entre el barro y el incienso.  

El amor era entonces un rompecabezas divino:  

algunas piezas en el altar, otras bajo la almohada,  

y todas—en su caos—buscando tu rostro.  


Todavía susurran aquellas noches en mi sangre:  

el otoño de 1985 mece sus hojas en mis versos,  

y en cada palabra, el aroma a incienso  

se mezcla con el sabor de las preguntas sin respuesta.  

Sigo aquí, Dios mío,  

escribiendo en el mismo abismo  

donde una vez planté estrellas.  

viernes, 18 de abril de 2025

Viernes Santo: Luz entre las Sombras

 


Buenos días en este viernes de luto y misterio,  
donde el sol, como un cirio pálido, enrojece el sendero.  
Las nubes son mantos de un silencio profundo,  
y el viento susurra tu nombre, oh Cristo, al mundo.  
 
Los olivos, testigos de tu agonía,  
inclinan sus ramas en muda elegía.  
Mientras el río, cual lágrima que fluye sin consuelo,  
lleva en su corriente un reflejo del cielo.  
 
Hoy la tierra es un pañuelo de doliente terciopelo,  
y cada flor, una lágrima abierta en el suelo.  
Pero en la cruz, como un árbol de raíces eternas,  
brota la savia nueva que al mundo gobierna.  
 
No es el fin, es la semilla enterrada,  
el grano que muere para dar espiga dorada.  
El alba calla, esperando su hora,  
mientras la esperanza germina y devora  
 
la noche del alma... ¡Resurrección se aproxima!  
Como el trigo que nace tras la nieve en la cima.  
Viernes de dolor, pero con aroma a aurora,  
pues tu amor, Señor, es savia que renace y aflora.  
 
Amén. ✝️🌿



jueves, 17 de abril de 2025

Raices de Luz


Aunque el viento me haya quebrado,  
y mis ramas sigan temblando,  
soy semilla que no olvida  
el secreto del bosque: seguir creciendo.  
 
No hay caída que no enseñe  
a mis pies a arraigar más hondo,  
como el roble que, herido,  
inventa nuevos brotes desde el fondo.  
 
Soy frágil, sí, colibrí tembloroso,  
pero mi vuelo es un canto insistente:  
bebo de las flores más amargas  
y las convierto en mieles de Oriente.  
 
La tierra grita: "Levántate",  
con voz de raíz y río,  
porque hasta el cactus en el desierto  
guarda dentro un agua de estío.  
 
No temo, no. La vida pinta  
con pinceles de tormenta,  
pero después de cada aguacero  
nace un verde que no se ahoga,  
una enredadera que busca el cielo  
y un sol que nunca se esconde del todo.  
 
¡Adelante, corazón de savia!  
Que hasta el bambú, antes de erguirse,  
aprende a doblarse con gracia.  
Hoy me visto de hojas nuevas,  
y aunque el miedo me susurre,  
le respondo con alas de fénix  
y un tallo que no se quiebra.  
 
Porque soy de barro y estrella,  
de polvo y roca eterna,  
y en mi pecho late el monte  
que convierte el miedo en fuerza.  


miércoles, 16 de abril de 2025

Raices al Viento


Ya no soy la gacela
que cruzaba la pradera, 
ahora soy hierba temblorosa
con la lluvia primera.  
 
El coyote del miedo  
ronca en mi oreja, 
y mis huellas,
—antes seguras—
ahora son hojas
que el viento aleja. 
 
¿Y si soy semilla
que el invierno aplasta? 
¿Y si soy pájaro 
con el ala quebrada?
 
Pero no… 
Porque bajo la tierra, 
aún tiembla la raíz, 
y el roble que fui
no se rinde así.
 
Aprenderé de la enredadera,
que trepa despacio,  
y del colibrí 
que vuela cansado,
pero no se calla.
 
Mis huesos son troncos  
que el tiempo restaurará,
mi sangre es savia
que volverá a latir. 
 
Y aunque el lodo me jale,
y la noche me diga  
que me quede quieta… 
¡Yo seré tormenta! 
¡Tormenta que revive!




domingo, 13 de abril de 2025

El Colibrí y el León



Mis alas son frágiles,  
pequeñas, casi invisibles,  
el viento me empuja  
y a veces me hace caer.  
 
Pero late dentro de mí 
un rugido escondido,  
el corazón de un león  
que no sabe de miedo.  
 
El cuerpo es ligero,  
tembloroso, cansado,  
pero el alma es feroz,  
incansable, indomable.  
 
No es la fuerza del músculo  
la que escribe mi historia,  
sino el fuego que guardo  
en las alas rotas.  
 
Porque el colibrí vuela  
aunque el cielo sea pesado,  
y el león que llevo dentro  
no se rinde al cansancio.  
 
Así, con plumas débiles  
y un corazón de batalla,  
cruzo esta tormenta  
con esperanza en el alma.  
 
Y si el cuerpo flaquea,  
si las alas se quiebran,  
el rugido persiste...  
y la lucha no termina. 


Trenzas Salvajes y sus gomas rebeldes

 

No eran adornos,  
Eran declaraciones de guerra:  
gomas neón,  
elásticos gastados,  
nudos que sostenían el universo
mientras ella corría  
contra el viento.  
 
Llevaba el pelo  
como mapa de batallas:  
—aquí una tarde de abril,  
—allí la huella de un portazo,  
—este rizo rebelde, testigo de carcajadas  
que aún resuenan en los armarios.  
 
Las gomas no eran de niña,  
eran de arquera
—tensando recuerdos,  
—disparando versos,  
mientras las trenzas,  
deshechas a medio día,  
contaban secretos  
que el espejo nunca entendió