domingo, 10 de septiembre de 2017

París

Al fin iba dando ese paseo soñado y reconfortante al tiempo que las luces de la ciudad se iban encendiendo. Sí al fin estaba en París, la ciudad de la luz y el amor; escenario significativo en tantas películas y novelas. Y ahí estaba yo, recorriendo sus calles con mi libro de Enrique Vila-Matas “París no se acaba nunca”, la historia de un escritor incipiente en la que relata su andadura por París en su toma de contacto con el mundillo literario. Caminaba pensando y analizando la teoría del iceberg de Hemingway que tanto me marcó, en la que se afirma: "todo relato debe reflejar tan sólo una parte pequeña de la historia, dejando el resto a la lectura e interpretación del lector, sin evidenciar el verdadero fondo” tal y como sucede con un iceberg. Eso significa que debemos conocer y dominar todos los puntos de la historia de nuestros relatos, se lleguen a plasmar en palabras o no."
¡Todo era como imaginaba! Tenía planeado ir a la cafetería que describía en el libro y sentarme con el libro tan subrayado y tan querido por mí a tomar un croissant y un café con leche. Por supuesto iba a ir a los museos del Louvre y de El Museo de Orsay dónde están las obras de los autores impresionistas más relevantes. Subir a la Torre Eiffel. Montar en barco por el Sena, pasear por los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, acercarme a Notre Dame, subir al barrio de Montmatre, ¡Oh, qué maravilla! Todo estaba siendo de ensueño.
Ya llevaba varios días y quería aprovechar por ver cada rincón el barrio latino, los inválidos. Me quedaba mucho por ver. El Panteón, El Palacio de Versalles, ¡uff! No tenía días suficientes para todo.
Todo iba pasando según lo planeado, pero me pasó algo curioso. Iba paseando tranquilamente con mi libro debajo del brazo, deteniéndome para ir ojeándolo de vez en cuando. En una de las veces que me detuve, me abordó una chica que me vio y me paró.
-Oye tú ¿Cómo te llamas?
-Enrique -dije- (Tomándolo prestado de mi tan querido autor) pensó
-¡¡Ah!!  Cómo el autor de tú libro. Ya veo, bueno no importa, verás...- dijo la muchacha en español, me estaba hablando en Español" "¿Cómo habrá adivinado que lo soy?" pensé
-...Te estaba viendo con ese libro y me he dicho; aquí llega otro español que viene a descubrirlo si es cierto el evocador París de la novela. ¿Estás haciendo tu viaje soñado emulando al personaje? Seguro que sí y es precioso, si es eso lo que estás haciendo. También lo he leído –dijo señalando el libro- y me encanta la idea.... No, no, no digas nada todavía,  verás, sé que no nos conocemos, deja que me presente, me llamo Isabel y te propongo algo.... No, no por favor, espera a que termine...
Hablemos en esa cafetería...-dijo señalando la que estaba justo en la esquina de enfrente.
-Vale, sí, vamos –contesté sorprendido. Tras entrar y tomar asiento, pidieron sendos cafés y la joven Isabel prosiguió con su charla:
- Disculpa que te haya abordado de esa manera, pero es que me encanta ese libro; el evocador espíritu de un París literario, de cafés lleno de escritores hablando y discutiendo de sus obras o política o vete tú a saber ¡¡me fascina!! Figúrate aquí entre ellos –dijo la chica repartiendo la mirada por el local con voz ensoñadora-, lo que representaría escucharlos...
-¡Uff!! Sí, sé a lo que te refieres; lo he pensado muchas veces. ¿Qué dirían? ¿Cuántos libros habrán surgido de una conversación así?
-¡¡Si!! Eso es, ¡exacto! A eso me refiero –dijo fascinada la muchacha.
-Sí, suena hermoso soñarlo, lo cierto es que he venido a eso precisamente, a sentarme en una cafetería y releer pasajes del libro tranquilamente, además de conocer lo más representativo de la cuidad, ya que no había estado nunca.  Es mi viaje soñado. Ya he visto casi todo.
-¿En serio? Sé que suena atrevido, pero si me lo permites te puedo acompañar, yo ya llevo varios meses aquí. Trabajo cuidando unos niños, pero ahora están de vacaciones así que dispongo de unos días libres. Si te apetece podemos evocar la parte que te falte del  libro. ¿Qué te parece?
-¡¡Oh!! ¿De verdad harías eso?
-Sí- me gustaría mucho
-Gracias, ¡¡sería fantástico!!
-Pues alé , como dicen aquí, ¡andando!
Recorrimos París de una forma diferente.  La novela era fabulosa pero Isabel me llevó por todos los rincones, calles estrechas,  cafeterías oscuras y con encanto que mi autor favorito había obviado y así tras cenar en un restaurante a orillas del Sena fuimos al lugar que más había marcado a mi joven guía. Isabel me llevaba agarrado de la mano cuando entramos al Montreux Jazz Café, un local que se mueve al ritmo de las leyendas musicales que han creado la inimitable magia del Festival de Jazz de Montreux durante casi medio siglo. El ambiente del interior era cálido y contemporáneo, en dónde se puede disfrutar la colección de archivos audiovisuales que la UNESCO ha añadido al Registro de la Memoria del Mundo en 2013, así como carteles e imágenes de conciertos que han marcado la historia de este singular evento suizo.
Y este lugar fue el hechizo que faltaba para caer rendido a la belleza de París: el Jazz ¡¡Ufff!! ¡¡Qué fuerte, mi debilidad!!
Y durante mi estancia, cada noche ese club fue nuestro sitio mágico. Y sí, ese fue sin duda el viaje de mi vida y a esa muchacha vivaracha llamada Isabel, la llevo desde entonces en mi recuerdo y corazón. 

2 comentarios:

  1. "Paris bien vale una misa ", no sé por qué esta frase quedó en mis registros. Me gusta que el personaje se llamara Enrique, era el nombre de mi padre y hermano. Muy bien escrito tu cuento, Elena.

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