viernes, 8 de septiembre de 2017

El Sueño de un Poeta


Érase una vez un muchacho que vivía cerca del mar, era un auténtico poeta, su vida la dedicaba a escribir, aunque tenía un trabajo que no le llenaba, pero tenía que sobrevivir, La escritura no daba suficiente para criar a su hijo de 11 años al que compartía a pocos metros de su madre. Estaban separados. No había podido ser, les venció el desamor.
Había pasado un año desde que se separaran pero él no se desanimaba; era muy prolífico en su obra poética. Buceando en internet pensó en la posibilidad de buscar una oportunidad para publicar un libro con la recopilación de su obra, tras haber mostrado parte de lo que hacía en un blog. Y así se concentró en ordenar su obra y fecharla desde la primera poesía que le había dedicado a su primer amor. Era una labor ardua, tenía mucho material, pero se animaba, porque sentía que valía la pena. Debía luchar por su hijo y por él. Sentía que si todo salía bien le daría una gran satisfacción personal y además tendría una nueva oportunidad profesional, podría cambiar de nivel y calidad de vida porque podría trabajar en lo que realmente le llenaba.
Y ya cuando lo ordenó y fechó todo el material vio que era suficiente para un bonito libro. Estaba contento e ilusionado. Entonces llegó la segunda parte: encontrar una editorial que se lo quisiera publicar. Comenzó a enviar muestras a varias, pero no fue fácil, no era conocido y a cada puerta cerrada se desilusionaba y pensaba que se los tendría que auto-editar. Y así, como es de caprichosa la vida, cuando ya creía que sería inútil y estaba muy desanimado, apareció su musa, su salvación.
Estaba hablando con el barman de un bar desahogándose con él de que no encontraba un editor, cuando una chica joven y porque no, bien parecida en quien ya se había fijado al entrar pero no se había atrevido ni a mirar se dirigió a él.
-Perdona que me entrometa, te he estado escuchando y me gustaría leer algo de lo que lleves.
Le pilló por sorpresa. No se lo podía creer, alguien le quería leer y se sentaron en la mesa de un rincón; ella leyó en silencio mientras entre poesía y poesía degustaba su bebida. Cuando ya había leído unas cuantas hojas, las dejó sobre la mesa y le preguntó
-¿Lo has movido por las redes sociales? Facebook, Twitter, etc,
-Bueno, tengo un pequeño blog -dijo él-, y está gustando mucho.
-Eso está muy bien. Mira, yo tengo una pequeña editorial y creo que te podría ayudar. Lo que he leído me ha gustado mucho y creo que podría ir bien. Podríamos hacer una pequeña tirada y ver si se vende. Luego volveremos a hablar, te haré un contrato y seré tu agente. Y a partir de ese momento todo lo que escribas lo iremos viendo para futuras publicaciones.
Él no se lo podía creer, estaba feliz que por fin le hiciesen caso, y estuvieron en contacto a partir de entonces. Sabía que surgiría la magia entre los dos, le había gustado esa mujer tan emprendedora y decidida y pasó un mes cuando lo llamó por teléfono. <<Ha llegado el momento de elegir portada y tengo varias sugerencias; pásate por aquí.>> En su visita estuvieron charlando y descartando propuestas hasta dar con la que les gustó. Ya estaba tomando forma, iba a ser realidad.
Por fin llegó el día en que lo vio en sus manos. En dos semanas estaría en la calle. El pobre estaba de los nervios. De la tirada él se quedó con algunos, para repartir entre familia y amigos y por fin llegó el día soñado y esperado. Allí estaba su obra en los escaparates. En las tiendas, surgió el flechazo con el público, se los quitaban de las manos a los libreros y tuvo que pensar en otra edición, ya era una realidad, había gustado  y poco a poco fue cambiando su vida y se sintió pleno y feliz.
Surgió el momento de agradecérselo a su editora a quién en la presentación le dedicó unas palabras por ser la impulsora de su nueva vida a la que quedó agradecida por haber creído en él. Por su parte, ella restaba importancia a lo ocurrido, tan solo había hecho su trabajo. Ella se dedicaba a apostar por las personas. Y aunque parecía un poco mágico, siempre le había gustado implicarse,  y crear pequeños milagros, pero sobre todo no debía olvidar que su obra lo merecía, que era muy buena. Le instó a que se lo creyera y él contestó con una sonrisa que encendió la chispa de la magia entre ellos. Ya nunca se separaron y siguieron creando mágicos milagros que reflejaban en sus libros de poemas en los que ella fue definitivamente su musa.


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