sábado, 9 de septiembre de 2017

Acechando el Búho

Érase una vez un niño que paseaba por un bosque, lo iba atravesando porque le pareció el camino más corto para llegar al aserradero de su abuelo, pero pronto entendió que había sido mala idea, ya que iba anochecer y sería peligroso. Cuando quiso dar media vuelta ya había avanzado casi la mitad del trayecto y pensó que no le merecía la pena. Siguió avanzando, cantó un búho y pegó un respingo de la impresión. Un poco asustado siguió caminando despacio, procurando no tropezar ya que cada vez le costaba más ver por dónde pisaba; de repente volvió a cantar el búho y volvió a pegar un respingo porque creía que lo seguía. Nervioso se le aceleró el pulso y comenzó a dudar del camino que transitaba; ya se creía perdido cuando el Búho le habló:
-Creo que te has perdido niño- dijo el Búho
-No –contestó el pequeño- voy al aserradero de mi abuelo.
-No, no, por aquí no es.
-Y tú que sabrás- replicó el niño.
-Sí que lo sé –afirmó el Búho.
-Anda y déjame en paz - chistó el niño-, además los búhos no hablan, seguro que estoy soñando o me he dado un porrazo en la cabeza.
-No, no; estás despierto y no te has dado ningún golpe.
-¡¡Vaya!! ¿Y sabrías decirme el camino correcto?
-Claro que sí. Sígueme -Dice el Búho
El  niño le siguió, estuvo un tiempo andando hasta que por fin salió de la espesura del bosque a un claro y desde allí supo seguir hasta el aserradero del abuelo y el Búho se fue volando sin despedirse, porque sabía que lo volvería a ver.
El niño cansado vio el aserradero y corrió al encuentro de su abuelo que preocupado suspiró aliviado al verle llegar.
-¿Que te ha pasado?,  ¿te has perdido? –le preguntó el abuelo mientras le daba un abrazo.
-Sí, pero me ha sacado del bosque el Búho que me ha hablado y me ha guiado hasta aquí -confesó atropelladamente.
-Pero ¿cómo que habla un búho que te ha guiado hasta aquí? –preguntó incrédulo el abuelo- Eso no es posible.
-Sí,sí, ¡es cierto!, me ha hablado y me ha preguntado si estaba perdido y me ha sacado del bosque hasta el claro. –repuso el niño lloriqueando al creer que su abuelo pensaba que le mentía.
-Bueno, bueno tranquilo niño. Te creo, te creo
-¿Si?, ¿De verdad? –sonrió el niño al abuelo mientras pasaban a la casa para cenar.
Tras el susto el pequeño estaba muerto de hambre y sed, exhausto tras la aventura en el bosque, le dio las buenas noches y se acostó a dormir. Esa noche soñó que un búho gigante le perseguía, le hablaba y hacía aspavientos con sus alas.
Y ya desayunando le habló así:
-Abuelo, creo que deberías venir con nosotros, aquí apenas viene nadie, esto está muy sólo, ¿crees que el aserradero produce como para seguir aquí aislado?
-Esto es mi vida; es lo que he hecho siempre.
-Sí, pero ya es hora de cerrar y jubilarte y venirte a vivir con nosotros.
-Ya y llevas razón, ¿pero qué haría con esto? –dijo el abuelo señalando cuanto había a su alrededor
-¿Con esto? Nada, pues lo vendes o lo arrendas, pero debes venir
-Ya, ya, pero no están fácil como piensas. Te prometo que lo pensaré y ya iré pensando una solución
-¿Seguro? Mamá se quedará más tranquila, teme sólo la idea que venga aquí contigo
-¿Tú? A ti te gusta esto, ¿verdad?
-Sabes que me encanta; yo soy un poco solitario y a pesar del ruido de las máquinas, la paz que se respira aquí está muy bien.
-Yo te lo dejaría, pero no sé qué diría tu madre al respecto.
-Ya. Ella quiere que estudie para ingeniero, nada menos, puede tener muchas salidas para el campo.
-Si, te vendrá bien estudiar, nunca está de más. Piensa que siempre podrías sacar mayor partido a este viejo aserradero.
La mañana se la habían pasado charlando y llegó el momento de volver si no quería que se le hiciese tarde y pudiera volverse a perder. Haciéndose el valiente ante su abuelo, decidió volver por el mismo camino a pesar de todo lo pasado el día anterior.
-Adiós abuelo.
-Adiós nieto.
Emprendió el camino de vuelta a casa. Iba caminando por el claro, para meterse de nuevo en la espesura del bosque mientras barruntaba si no debería haber tomado el otro camino para volver a su casa sin pasar por medio del bosque, cuando el Búho se le apareció y le asustó.
-¡Ay!¿es que no tienes otra forma de aparecer que tan de repente?
-No, jeje- rió el Búho
-Ya ¿y ahora qué quieres?, porque sé por dónde voy, hoy no ando perdido
-Eso está bien, pero no es eso, es que ya que sabes mi secreto quería practicar contigo; tú no te asustas y puedo ser una gran compañía, puedo ver por lo alto, y avisarte de algún animal que te aceche.
-El único animal que me acecha eres tú. Pero bueno, si es compañía lo que buscas, que no se diga, que por mí no quedará.
-Bien, gracias, pero además te puedo ser útil
-Vale, ya te he dicho que “Sí”, ¿qué más quieres, hablar? Pues, venga guíame y mientras me podrías contar una historia. Me encanta que me cuenten historias.
-¡Uy! ¡Eso es lo mío chaval! Ahí me has dado bien en mi corazoncito, jeje -aleteó el Búho todo contento-. Verás, en lugar de comenzar con una historia de esas que empiezan con “Érase una vez...” te voy a contar la historia de mis antepasados:
>>La mía  es una especie de ave estrigiforme de la familia Strigidae. Somos unas rapaces de tamaño grande, distribuida por Europa, Asia y África. Somos más comunes en el noreste de Europa, pero también en la zona que rodea el Mediterráneo, incluyendo la península ibérica. Así es como llegamos aquí.  Nuestro nombre científico deriva de la onomatopeya de los sonidos que emitimos, y ya desde la Edad Media se nos conocía como bubo en los bestiarios. ¿Qué te parece?
-¡Uf! No sé, demasiado científico,  pero muy interesante, cuéntame más.
-Bien, sigo. El búho real puede encontrarse en múltiples hábitats, desde zonas semi-desérticas, bosques templados, estepas y hasta en la tundra. Aunque la presión antrópica ejercida durante la mitad del siglo XX hizo retroceder sus poblaciones, las cuales quedaron relegadas a ocupar únicamente las zonas montañosas más inaccesibles, actualmente se encuentra en un proceso de recuperación muy importante, recuperando gran parte de las zonas de su distribución.
O sea, para que me entiendas, que éste bosque ahora mismo es mi hábitat, es donde vivo, aunque yo soy un búho muy particular, aprendí a hablar por una hechicera que se encaprichó de mí y me robó del nido y me llevó a su casa, aquí en el bosque. Ella me enseñó a hablar, No es que me enseñara con paciencia y amor precisamente, sino que me hizo beber no sé qué bebedizo y salí hablando. Vamos lo que decís “cosas de brujas”.
-¡Guay! ¡Vaya! ¿Y qué fue de ella?


-Pues ella me crió y fui su mascota. No sé si sabrás que el bosque estuvo muchos años escondido entre brumas y el que aquí entraba, no lo contaba, aunque yo intentaba ayudarles cuanto podía pero ella siempre los descubría y perecían. La bruja tenía miedo a solo una cosa a ver su reflejo en cualquier superficie. Con el tiempo, llegó un joven a montar su pequeño negocio demostrando que no tenía miedo al frondoso y oscuro bosque, ni a las leyendas que contaban los lugareños sobre la bruja que habitaba este lugar. La bruja intentó asustarle y hacerse con él, pero no contó que él tenía un serrucho cuya hoja resplandecía como el mejor de los espejos y cuando intentó acecharle por la espalda, él la vio y se apartó dejando la hoja al descubierto que devolvió el reflejo de la bruja mostrando su fealdad. Así, al verse tal como era, gritando y maldiciendo en un lenguaje que no comprendí desapareció dejándome solo en este bosque. Bueno, yo ya sabía estar sólo por el mundo, y desde entonces guío a los que están perdidos, pero no les había hablado cómo a ti, tú eres especial, me has caído bien, y siento que vamos a entendernos
-¡Vaya! Jeje gracias por el honor que me haces. Gracias por la historia, me ha gustado mucho, es muy interesante. –dijo  el niño pensativo –Una cosa, el hombre del que hablas, ¿montó un aserradero? –preguntó el niño mientras veía sonreír al Búho.- ¿Sabes? A partir de ahora, pasaré siempre por aquí para visitar a mi abuelo hasta que decida si se viene a vivir con nosotros –concluyó el niño
-Sí, lo sé. Pues si le visitas a menudo, nos veremos y te contaré más historias. –dijo el búho elevándose entre los árboles mientras se despedía –Venga, un poco más que ya casi estás, desde aquí ya puedes ir sólo. Aquí te dejo. Hasta pronto. .
-Adiós y gracias por la compañía.
Y desde entonces, aunque el abuelo decidió quedarse en su aserradero, el niño sabe que el anciano está menos solo ya que vive vigilado por su nuevo amigo el Búho, que además espera siempre verle aparecer para acompañarle y guiarle en la espesura del frondoso bosque.


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