lunes, 4 de septiembre de 2017

Desarmada ante el Espejo

Con la madurez que dan los años, ella se vio bien en el espejo, el tiempo había puesto todo en su sitio, ya podía quitarse la máscara, todo había terminado y por fin la farsa callada debía salir a la luz aunque siempre tuvo miedo de cómo afrontarla. Lo mejor era ir de frente, sí.
Una tarde que estaban en el parque surgió la ocasión. La niña que ya tenía 9 años se sentó a su lado, estaba descansando tras haber jugado un partido de fútbol. Era el portero y le habían metido el último gol e iba refunfuñando. La abuela la consoló, le dijo que había jugado muy bien, que la mayoría de tiros los había parado y que habían sido bastantes, su nieta la miró y ladeó la boca asomando una mueca, parecida a una sonrisa, la abuela se dio por satisfecha y le dijo así:
-Sé que va a ser duro estos días, estáis con la mudanza, pero piénsatelo, irte con tu padre y dejar aquí a tu madre sola va a ser un gran cambio. Sobre todo a tu edad que es cuando más la necesitas.
La niña la miró y contestó:
-Al que más necesito ahora mismo es a papá que es mi entrenador. Además sólo vamos a una calle a pocos metros de aquí, vendré a verla y ella vendrá a mis partidos; pero si quiero seguir y estar en benjamín y llegar a sénior y competir, tengo que entrenar y el entrenador es papá. Ya sé que se están separando y que eso va afectar a mi juego, pero no puedo quedarme sin entrenador, ahora no, sería mi fin, el fin de mi sueño, por el que hemos luchado papá y yo desde que era muy pequeña. Ahora no.
La abuela se apenó, la miró y supo que la estaba perdiendo, que si la separaban de la madre, ella la iba a perder y no podía soportarlo. Esa chiquilla era tan madura, tan responsable y tenían unas conversaciones tan de adulto, que si no se lo decía ahora... La iba a perder y quién sabe si le correspondía a ella el decirlo y se  calló, porque efectivamente no le correspondía, no, a ella no. Si la madre no quería luchar por su hija, ella debía callar, pero era tan injusto, que le sacaba de quicio, pero bueno, era cosa de ella, de la madre; lo había intentado, pero no había podido y la ocasión se le escapó.
La niña se fue de nuevo a entrenar y la abuela vio al padre de lejos, que la miraba. Y ella a él, no se podía enfrentar, no, no le correspondía, definitivamente no era cosa suya y se fue. Vivía a pocos metros de la madre, su hija y su nieta pero pronto se iba acabar.
Pasaron los días de mudanza y continuaba viéndola dirigirse al parque cada día a entrenar, pero ya no era lo mismo, ya se había instalado con su padre y ella no podía ir así como así sin más, a menos que fuese su hija a verla entrenar. La abuela apenada desde la distancia seguía pensando en qué alguien debía contarle la verdad a su nieta.

Un día que estaba haciendo las compras la encontró mirando el escaparate de una tienda y la abordó.
-Hola, ¿Cómo estás?
-Bien.
-¿Que miras? ¿Te gusta algo en especial?- preguntó la abuela
-No, estaba solo mirando -contestó la niña
-Bien, si quieres te invito a un helado y hablamos, de cómo te va, y me cuentas que hace tiempo que no charlamos -propuso la abuela.
-Vale, vamos. Ahí en frente hay un sitio
-¡Estupendo! –se alegró la abuela.
Entraron en una cafetería. La abuela pidió un café con leche y la niña un helado de pistacho.
-Bueno ¿y qué tal van los entrenamientos y con tú padre? ¿Os arregláis bien?
-Sí, sí, nos organizamos muy bien y también con mamá, la veo a menudo y viene a los partidos.
-Qué bien…,y  ¿ya te ha contado...?
-¿El qué? ¿Que está saliendo con alguien? Sí, si ya le he visto, es muy guapo, le pega estar con él, es cómo sí se conocieran de toda la vida, por lo visto estudiaron juntos en la Facultad, es increíble.
-Sí -suspiró la abuela y pensó, “si tú supieras”, pero no podía decírselo ella, tenía que ser la madre quién se lo dijera...
-Ya ves -dijo la niña.
Y la conversación se vio suspendida en el aire y siguieron tomando su consumición cada una metida en sus pensamientos.
Teresa, que así se llamaba la niña, no le cabía en la cabeza que su madre hubiera tenido otra vida, con otra persona que no fuese su padre, lo que no imaginaba la existencia del secreto que guardaban la abuela y la madre.
Se despidieron y la abuela que se llamaba Nani, pero todos la llamaban "Nana" se decidió, hablaría esa misma tarde con su hija, la madre de Teresa.
Después de comer y descansar, echando una cabezadita viendo la novela, se arregló y fue a casa de su hija y le planteó que no podía seguir así después de lo que estaba sucediendo con esa nueva relación, que era en realidad vieja; se lo tenía que decir si pensaban seguir adelante, que ésta era su verdadera familia, que lo sentía por Armando.
El padre de Teresa, su entrenador, que se estaba implicando mucho con la niña, con los partidos y se estaba haciendo ilusiones con la niña y era injusto que no supieran la verdad ninguno de los dos y volvió a insistir en que se lo debía decir si seguía adelante con la relación  y la madre hizo una mueca de fastidio, pero sabía que Nana tenía razón había esperado demasiado a que se acostumbrasen el uno al otro.
Por fin su hija entendió que no era justo para ninguno de ellos y se preparó para lo inevitable, a los reproches de su ex y fiel amigo, a la incredulidad del verdadero padre y aspavientos de Teresa, a su desánimo y rencor, pero era madura, lo podría aguantar. Teresa no tendría que cambiar su relación con el entrenador, aunque éste no fuera su verdadero padre, tenía que acostumbrarse a la nueva situación y conocer poco a poco a su verdadero padre, con quien el destino le había dado la oportunidad de recuperar su antigua relación, después de reencontrarse y contarle la verdad. Eran demasiado jóvenes cuando todo pasó y ella asumió sola el embarazo gracias al apoyo de su madre Nana y su fiel amigo Armando que jamás preguntó por la identidad del padre y poco a poco la convenció por ocupar el puesto de padre, aunque ella seguía pensando y soñando con aquel amor de juventud que seguía vivo entre ellos pese al paréntesis de tiempo que los años había abierto entre ellos. 




8 comentarios:

  1. Bonita historia, emocionate, y tierna a la vez.

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  2. A mi también me gustan los helados de pistacho. Complicado para la niñita, igual. Hubiera preferido que el verdadero padre fuera el entrenador.. Un beso gemelita

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