Habría sido hermoso,
como el rumor del río que nunca pasó por mi puerta,
como el pan que nunca partí en dos,
como la canción que se quedó sin voz.
Habría sido dulce,
ver la sombra menuda de tus hijos
bailar bajo mi ventana,
pequeñas pisadas de luz
que nunca llegaron a dibujarse en el suelo.
Pero no hubo con quién.
Nadie que sostuviera el otro extremo del hilo,
que nombrara contigo los futuros imposibles,
que tejiera, en las noches,
los nombres que nunca se usaron.
Ahora solo queda
el eco de una risa que no nació,
el vacío de una mano que no creció entre las mías,
y el silencio,
ese largo silencio
donde habitan todos los besos
que nunca di.
Y sin embargo,
a veces, en la penumbra,
creo oírlos:
voces diminutas,
pies ligeros,
corriendo hacia mí
desde un mundo
donde sí exististe.
como el rumor del río que nunca pasó por mi puerta,
como el pan que nunca partí en dos,
como la canción que se quedó sin voz.
Habría sido dulce,
ver la sombra menuda de tus hijos
bailar bajo mi ventana,
pequeñas pisadas de luz
que nunca llegaron a dibujarse en el suelo.
Pero no hubo con quién.
Nadie que sostuviera el otro extremo del hilo,
que nombrara contigo los futuros imposibles,
que tejiera, en las noches,
los nombres que nunca se usaron.
Ahora solo queda
el eco de una risa que no nació,
el vacío de una mano que no creció entre las mías,
y el silencio,
ese largo silencio
donde habitan todos los besos
que nunca di.
Y sin embargo,
a veces, en la penumbra,
creo oírlos:
voces diminutas,
pies ligeros,
corriendo hacia mí
desde un mundo
donde sí exististe.
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