jueves, 10 de abril de 2025

Oda al bastón

 

¡Ay, sonrisa traicionera  
que escondías mi tropiezo,  
cuando el suelo con fiereza  
me besó sin mi permiso!  
 
Resbalé como tortuga  
sobre cáscara de plátano,  
y el mundo, en un giro absurdo,  
me escupió contra el asfalto.  
 
Clavé la mirada al cielo  
—punto fijo, sin retorno—  
pensando: "Amor, ya no puedo  
caer sola en este absurdo".  
 
Pero entonces, ¡oh, destino!,  
entre luces y vergüenza,  
surgió tú, noble bastón,  
mi fiel vara de paciencia.  
 
Te bautizo "Don Porrazo",  
caballero de tres patas,  
que en mis pasos titubeantes  
me salvas de las desgracias.  
 
No más abrazos al suelo,  
no más suspiros al viento,  
contigo, viejo cómplice,  
desafío al firmamento.  
 
¿Que cojeo? ¡Es un baile!  
¿Que tropiezo? ¡Pura técnica!  
Contra la gravedad maldita  
tú eres mi arma poética.  
 
Y si el amor se asoma  
con mirada lastimera,  
le diré, entre risa y ceño:  
"Amaré... pero con muleta".  
 
¡Adelante, bastón brujo,  
vara de ébano risueño!  
Juntos haremos camino  
—y si no, al menos un renguero—.  
 
La vida es caer y erguirse  
con estruendo o con elegancia.  
Yo elijo reírme a gritos…  
¡y clavar tu elegancia!  
 
(P.D.: Si el suelo me reclama,  
respondo con tu madera:  
"La próxima, querido enemigo,  
¡será una pelea a tres piernas!").  
 
Y así, entre tropezones y carcajadas, la poetisa y su bastón conquistaron el mundo... un paso cojo a la vez.


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