Meliflua
Virtudes era psicóloga y la jefa en una empresa
de selección de personal y se lo había ganado con todos los méritos. Se
comportaba de forma afectada, excesivamente amable. Se ganaba la fama de persona con pose impostada, pero tenía un gran
corazón.
No quería renunciar a sus sueños y tenía que
competir en un mundo de hombres, donde ellos tenían todo para ganar, por eso
debía mantenerse dura e implacable, para que no la pisaran.
La historia de Virtudes data de los años
noventa, en los que todavía estaba por desarrollarse todos los avances
tecnológicos de los años dos mil y posteriores. Por eso esa pose, esa
reinvención; Parecía mentira que en esos años se tuviera que luchar por los
derechos de la mujer, como cuando la lucha por el sufragio femenino.
Virtudes no se había casado, pero si decidió un
día por ser madre y lo hizo asépticamente, invitro. Y no tuvo problema ninguno.
Agarró en seguida a su cuerpo, eso sí, le inseminaron varios, por eso el riesgo
de quedarse de dos, de tres niños. Pero no, nació al cabo de los nueve meses
una niña perfecta, porque quiso que no tuviera sufrimiento fetal ¡Cuántos niños
se habían malogrado, por no practicar una cesárea! Virtudes había elegido una
clínica privada.
Y nació, una niña preciosa, sonrosada, sin una
sola mata de pelo, con un pequeño cabello incipiente, totalmente blanco,
precioso, como el suyo. Natalia la había llamado. Quería un nombre bonito, no
como el que le habían puesto sus padres a ella. Maria de las Virtudes Alcázar
López Barragán. Pero se hacía llamar Vicky, para los amigos y el trabajo
Vicky quería un nombre bonito y corto, nada de
nombres compuestos, y Natalia, le pareció perfecto. Natalia López Barragán. Una
niña perfecta, que había diseñado a la carta, a su gusto, con una nariz chatita
y ojos azules y piel blanca como el nácar. Parecía una perla, su perla, su bien
más preciado. La niña de sus ojos.
En el trabajo, en los meses de embarazo lució su
hermosa barriga hasta el último momento. Lo dispuso todo para sus posteriores
meses de baja y todo fue programado milimétricamente para cogerse solo cuatro
meses después del nacimiento del bebé. Ya había dispuesto una Nany para la
niña, y ella se incorporaría al trabajo y seguiría con su vida, donde la dejó.
Y ahí estaba unos meses después de dar a luz, en
el trabajo, con su niña perfecta en casa con la Nany y ella ejerciendo de jefa
otra vez. Pero su cuerpo cambió, con la lactancia. Mandaba traer a la niña al
trabajo y le daba el pecho a demanda, quería todo lo más natural, decía ella,
aunque nada lo había sido.
No estaba contenta con su cuerpo después del
parto, la cesárea le había dejado una cicatriz fea, tenía estrías y varices.
Por eso iba a una clínica privada a que se la trataran. Machacaba su cuerpo en
el gimnasio, con TRX, Pilates, acuayim, zumba, natación. Le había ido muy bien
los meses de embarazo en la piscina y ahora seguía en él. Para ella sus horas
de gimnasio y piscina con hidromasaje y sauna eran sagrados.
Había conseguido el pase en uno del club más
prestigioso, con tácticas no muy legales, que le acababan pesando, todo por
medio de influencias y recomendaciones, de personas que le debían favores y
ella se los cobraba, no tenía ningún miramiento en ello. Tenían gimnasio,
piscina cubierta y abierta para los meses de verano. Canchas de tenis, pádel, y
allí iba a descargar, toda la adrenalina. Le encantaba y también llevaba a su
bebé los sábados y disfrutaban las dos en la piscina.
Lo tenía todo. Tenía su vida programada. Contaba
con la Nany, sus padres, los abuelos de la niña y su parcela privada de amigos,
los de verdad. Luego estaban los del trabajo.
Había impuesto un fin de semana al mes,
excursión de trabajo para que socializasen fuera de las horas del trabajo y
esos fin de semana al mes los programaba hasta el último detalle como todo en
su vida. Unas horas de senderismo, unas cabañas en la sierra, una ruta por el
río, otras al mar, sobre todo los meses de verano, puesto que no cerraban, sino
que trabajaban a turnos y había empleados que no coincidían, por eso había
ideado eso para que se relajaran y socializasen, aunque forzase a los
empleados a estos encuentros.
Uno de esos fin de semana, ella había dejado a
la niña con sus padres, con todo, incluida la leche materna que se había sacado
con el saca leche ¡como odiaba ese aparato, que le estrujaba la teta hasta
decir basta!
Era invierno, y lo había programado en la nieve,
ese fin de semana. Se alojarían en unas cabañas e irían a esquiar, sería
perfecto. Pero en una de las bajadas, calculó mal la inclinación de su cuerpo
en los esquís y tuvo una fatal caída. Rodó y rodó, la socorrieron y llevaron al
hospital, sabían que quería uno privado, pero no daba tiempo y la llevaron a
uno de la seguridad social en la ciudad más cercana, puesto que bajaban la
ambulancia de las zonas de esquí de la Sierra, en esta ocasión a Granada.
La operaron de urgencias, fractura de tibia y
peroné, pero no era eso lo más grave, sino la espalda, tendría que ir unos
meses en silla de ruedas, hacer rehabilitación.
Y ella solo pensó en lo que le venía encima, no
podría responder así en el trabajo, ya se habían puesto sus superiores en
contacto y la habían sustituido, todo su mundo se le desquebrajaba. Puesto que
su empresa era una franquicia y aunque era la jefa de su propia empresa, había
por encima de ella quien la supervisara. ¡Su niña! ¿Qué iba a ser de ella? Pero
estaba en buenas manos, con la Nany y los abuelos. Serían solo unos meses.
Ella iba al hospital a rehabilitación, en
seguida se puso en contacto con su seguro privado y les amenazó con no pagar la
póliza diciéndoles que para eso había estado pagando tantos años y la
atendieron por fin en un hospital privado y unos equipos de rehabilitación
privado, odiaba mezclarse con la gente, en hospitales de la seguridad social,
que estaban atestados de gente enferma, aglomerada en los pasillos,
compartiendo habitación vete tú a saber con quién. Ella había pedido una
habitación sola, y un equipo especializado la trató por su seguro privado.
Se recuperó, pero no del todo, dejó la silla de
ruedas con el tiempo y la sustituyó por un bastón, que le acompañaría de por vida.
Pero nada la detuvo en la escalada por recuperar su puesto de trabajo, que
tanto le había costado a lo largo de los años.
Virtudes lo había logrado, se había reinventado de nuevo. Había
resurgido de las cenizas, con su pose de meliflua.
Y con los años Natalia se haría Psicóloga y se haría cargo de la empresa
familiar.
Virtudes con los años y los nietos se ablandó o no, y lo había
soñado volviendo a la casilla de salida.
Maravillosa historia...me ha encantado. Eso mismo, tenemos una sola vida aquí así que aprovechemosla...🥀☘️🌟💞💫✨🦋💐💖😘❤️🙏🕯️
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar en este pequeño rincón de mi alma 🌺🤗🧚♀️💝🥰🦋🧜♀️🌹😘😘
Eliminar