(Cuento dedicado a mi amiga Inma. Ella me sugirió el título)
Érase una vez una niña que le gustaba soñar con animales y flores, pero había un hándicap, no podía hablar aunque no le importaba. La pequeña era muy expresiva y se hacía entender, además contaba con una familia y amigos que la querían y protegían.
Un día salió a pasear y por donde pasaba, iba levantado la mano al saludar a unos y otros. Aunque no hablaba era muy popular por su sonrisa, se hacía querer. Había un chico de su edad que la admiraba por su valentía, veía en ella a una luchadora que no se rendía y superaba muchas pruebas en su vida siempre tan sonriente y tan feliz. Él asombrado se preguntaba de dónde sacaba su fuerza, cómo podía ser tan dichosa teniendo ese problema. Un día aprovechando la confianza que se tenían, se lo preguntó y ella tomó su pizarra con la que se comunicaba y le contestó así:
-Hubiera sido peor si hubiera quedado ciega o sorda. Al menos puedo ver las flores, disfrutar de sus colores y olores, escuchar a quienes me rodean, tocar, dibujar, sentir...
-Sí -dijo él-, desde luego que sí. Tienes toda la razón. Eres capaz de hacer muchas cosas.
Se sentían muy a gusto el uno junto al otro y continuaron disfrutando de su paseo.
Ella de repente se detuvo y le escribió:
Érase una vez una niña que le gustaba soñar con animales y flores, pero había un hándicap, no podía hablar aunque no le importaba. La pequeña era muy expresiva y se hacía entender, además contaba con una familia y amigos que la querían y protegían.
Un día salió a pasear y por donde pasaba, iba levantado la mano al saludar a unos y otros. Aunque no hablaba era muy popular por su sonrisa, se hacía querer. Había un chico de su edad que la admiraba por su valentía, veía en ella a una luchadora que no se rendía y superaba muchas pruebas en su vida siempre tan sonriente y tan feliz. Él asombrado se preguntaba de dónde sacaba su fuerza, cómo podía ser tan dichosa teniendo ese problema. Un día aprovechando la confianza que se tenían, se lo preguntó y ella tomó su pizarra con la que se comunicaba y le contestó así:
-Hubiera sido peor si hubiera quedado ciega o sorda. Al menos puedo ver las flores, disfrutar de sus colores y olores, escuchar a quienes me rodean, tocar, dibujar, sentir...
-Sí -dijo él-, desde luego que sí. Tienes toda la razón. Eres capaz de hacer muchas cosas.
Se sentían muy a gusto el uno junto al otro y continuaron disfrutando de su paseo.
Ella de repente se detuvo y le escribió:
-Te digo una cosa
si queda entre nosotros.
-Sí, claro. ¿Qué es?
-Un secreto
-Vale
- Pues verás yo juego sola a un juego. Como ves sé leer y escribir desde que voy al colegio.
-Sí. -dijo él
-Pues resulta que las palabras -dijo ella- son preciosas para mí, son el medio por el que me comunico con el mundo.
-Ya -repuso él-, y para todo el mundo, aunque creo que sé a lo que te refieres, para ti son especiales porque no puedes hablar.
-Exacto -dijo ella- y por eso tengo un jardín de las palabras, dónde las cultivo, las riego y las cuido.
-¿En serio? Cuéntame más de tu jardín de las palabras. Me gusta la idea, es muy bonito.
-Sí. Verás. Tengo una teoría y es que cuanto más se lee, más se escribe y escuchas a las personas que te rodean, más aprendes. Aunque no hables, lo aprendido te sirve para comunicarte bien, para escribir mejor y por eso hay que cuidarlas, porque ellas lo dicen todo de ti; reflejan tus sentimientos y emociones, puedes ayudar con ellas, como un psicólogo por ejemplo pero hay que tener cuidado con ellas porque también puedes herir con las palabras. Por eso yo cultivo éste jardín, no está en ningún lugar específico, sino en mi corazón. Creo que cada persona debería cultivar su propio jardín de las palabras y regarlo con amor.
-Es precioso lo que dices...-dijo él- bueno lo que escribes… y comprendo, deberíamos tener cuidado al usarlas; al hablar deberíamos utilizarlas para ayudar y animar en lugar de herir a los demás. Por eso debemos pensar muy bien lo que vamos a decir y cómo, hay que tener en cuenta que la forma es muy importante.
-Sí, ¡exacto! -dijo ella- la forma y el contenido. Yo juego a que las riego y las mimo aunque no somos perfectos y alguna se escapa…, pero veo que el sentido de lo que quiero decir, lo has cogido.
-¡¡Qué bien!! Creo que tienes razón; eso debíamos hacer todos cuidar nuestro jardín de las palabras -dijo él- y regarlo con amor en nuestro corazón, ¡cuánta verdad! entrañan tus palabras y qué bonita es la idea. Desde ahora yo también lo voy a cultivar....
Y así siguieron paseando. Llegaron al claro de un bosque y empezó a subir una espesa niebla y de ella emergió un lindo jardín.
-¡¡Uf!! No sé si estoy soñando o estoy viendo visiones, pero ¿no me ha parecido ver un lindo jardín? -dijo el muchacho.
-Sí -dijo ella- ese es mi jardín; uso un poco de mi magia contigo para mostrártelo. Te estoy enseñando mi corazón.
-¡¡Oh, qué preciosidad!! Muchas gracias, tienes un corazón precioso -dijo él.
-Gracias a ti por darme la confianza para mostrártelo -dijo ella-, eso me habla de la pureza de tu corazón si no, no se hubiera manifestado el jardín.
Así fue como cada uno supo de la pureza del corazón del otro y que se tendrían confianza siempre, y podrían cultivar el jardín de las palabras en su corazón. Y así descubrió su secreto, él se hizo maestro y ya nunca se separaron.
-Sí, claro. ¿Qué es?
-Un secreto
-Vale
- Pues verás yo juego sola a un juego. Como ves sé leer y escribir desde que voy al colegio.
-Sí. -dijo él
-Pues resulta que las palabras -dijo ella- son preciosas para mí, son el medio por el que me comunico con el mundo.
-Ya -repuso él-, y para todo el mundo, aunque creo que sé a lo que te refieres, para ti son especiales porque no puedes hablar.
-Exacto -dijo ella- y por eso tengo un jardín de las palabras, dónde las cultivo, las riego y las cuido.
-¿En serio? Cuéntame más de tu jardín de las palabras. Me gusta la idea, es muy bonito.
-Sí. Verás. Tengo una teoría y es que cuanto más se lee, más se escribe y escuchas a las personas que te rodean, más aprendes. Aunque no hables, lo aprendido te sirve para comunicarte bien, para escribir mejor y por eso hay que cuidarlas, porque ellas lo dicen todo de ti; reflejan tus sentimientos y emociones, puedes ayudar con ellas, como un psicólogo por ejemplo pero hay que tener cuidado con ellas porque también puedes herir con las palabras. Por eso yo cultivo éste jardín, no está en ningún lugar específico, sino en mi corazón. Creo que cada persona debería cultivar su propio jardín de las palabras y regarlo con amor.
-Es precioso lo que dices...-dijo él- bueno lo que escribes… y comprendo, deberíamos tener cuidado al usarlas; al hablar deberíamos utilizarlas para ayudar y animar en lugar de herir a los demás. Por eso debemos pensar muy bien lo que vamos a decir y cómo, hay que tener en cuenta que la forma es muy importante.
-Sí, ¡exacto! -dijo ella- la forma y el contenido. Yo juego a que las riego y las mimo aunque no somos perfectos y alguna se escapa…, pero veo que el sentido de lo que quiero decir, lo has cogido.
-¡¡Qué bien!! Creo que tienes razón; eso debíamos hacer todos cuidar nuestro jardín de las palabras -dijo él- y regarlo con amor en nuestro corazón, ¡cuánta verdad! entrañan tus palabras y qué bonita es la idea. Desde ahora yo también lo voy a cultivar....
Y así siguieron paseando. Llegaron al claro de un bosque y empezó a subir una espesa niebla y de ella emergió un lindo jardín.
-¡¡Uf!! No sé si estoy soñando o estoy viendo visiones, pero ¿no me ha parecido ver un lindo jardín? -dijo el muchacho.
-Sí -dijo ella- ese es mi jardín; uso un poco de mi magia contigo para mostrártelo. Te estoy enseñando mi corazón.
-¡¡Oh, qué preciosidad!! Muchas gracias, tienes un corazón precioso -dijo él.
-Gracias a ti por darme la confianza para mostrártelo -dijo ella-, eso me habla de la pureza de tu corazón si no, no se hubiera manifestado el jardín.
Así fue como cada uno supo de la pureza del corazón del otro y que se tendrían confianza siempre, y podrían cultivar el jardín de las palabras en su corazón. Y así descubrió su secreto, él se hizo maestro y ya nunca se separaron.
Mi amiga me sugirió el titulo por una película japonesa de
animación que le gustó mucho.
La historia tiene lugar en la temporada de lluvia de Japón
durante el mes de junio. Un aprendiz de zapatero llamado Takao se encuentra
dibujando zapatos en un jardín japonés cuando conoce a una misteriosa mujer
mayor que él. Desde ese primer encuentro, ambos siguen reuniéndose y
estrechando su relación.
Interesante!! Un joven diseñador de zapatos....me gusta.
ResponderEliminarEsa es la película de la que saqué el título para el cuento. Pero lo mío es el cuento de arriba. Un beso
ResponderEliminarMe ha encantado recordar el cuento que escribistes para mí "El Jardín de las Palabras" es especial y mágico todo un placer. Muchas Gracias 💋💋💋
ResponderEliminarMuchas gracias guapa por comentar en éste pequeño rincón de mi Alma 😘😘
EliminarEl jardín de las palabras... El jardín de nuestro corazón... Utilizarlas siempre con amor... Recuerdo que un amigo me dijo: " Cristina, lo que se dice con amor nacido del corazón, eso siempre estará bien "... Es precioso... Mil 😘😘😘
ResponderEliminarMuchas gracias guapa 😘🌹
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